Capítulo XVIII

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Corría a toda velocidad por los pasillos de la firma, cargada de bolsas con aperitivos y pastelillos. Faltan solo treinta minutos para comenzar la reunión; tiempo suficiente para preparar los cafés, ordenar la sala, arreglar mi cabello y de paso alisar las arrugas de mi traje. La pequeña maratón me había dejado agotada.

En lo que hacía todas esas cosas debatía conmigo misma el porqué de mi estado de ánimo. Al ver toda esta comida me provocaba mucha hambre. Me dolían las piernas y los cólicos menstruales estaban empezando a aparecer. Por desgracia el efecto de los analgésicos había pasado y ni siquiera he tenido tiempo de sentarme a descansar.

Odio la menstruación. Porqué teníamos que ser las mujeres las elegidas por la naturaleza para pasar por esta tragedia todos los meses. Al menos los hombres también deberían experimentar algo así, simplemente para ellos todo es más fácil. Los odio. ¡Odio todo!

Hoy me levanté más temprano que de costumbre; eso sumado a todo el ajetreo, más mi situación hormonal mensual, me estaba poniendo de muy mal humor. Ahora mismo mi único deseo era llegar a casa y recostarme en mi cama calentita, enrollarme en una manta y un poco de chocolate. Espero que la dichosa reunión acabe lo más pronto posible.

- Llamaré a Nora. Ella se encargará del resto. Puedes ir a casa, te noto algo cansada.- mi queridísimo jefe ahora se compadecía de mí- Sara, gracias. Te esforzarte mucho para que todo quedara perfecto.- Cretino. Un maldito mentiroso, eso es lo que eres. No dude antes de mandarle una mirada asesina.

Lo haría pagar por esto, y mucho que le iba a costar. Tengo tantos deseos de estampar la grapadora en medio de su frente. No puedo creer que me hiciera pasar por idiota todo este tiempo. Mis piernas se empezaban a entumecer, así que decidí sentarme en su sillón de cuero italiano. Me deshice de los zapatos de tacón, me recliné en una postura más cómoda y desaté la coleta que recién me había hecho.

- Primero que todo.- hice una pequeña pausa haciendo el momento más dramático de lo que realmente es. Le mostré mi dedo corazón de mala gana- ¡Púdrete John!

Bueno, puede que sea un excelente actor, o quizás no tiene ni idea del porqué de mi comportamiento. Pronto su expresión fue cambiando hasta que pude percibir un aire de derrota, pero por muy arrepentido que estuviese no se la iba a dejar pasar.

- Lo siento. Fue una idea estúpida, tú solo querías ayudar y bueno en realidad nunca pensé que me aceptarías acompañarme- tomó asiento frente a mí, desabotonando su saco- En serio Sara, te pido perdón.

El dolor de cabeza me estaba matando, podía sentir mi cerebro latir contra mi cráneo, martillando en mis pobres oídos. Ni siquiera tenía fuerzas para reclamarle o pelear con él, aunque la verdad no me faltaban ganas. Extendí un brazo a lo largo del escritorio y recosté mi cabeza sobre este. No tenía fuerzas para hablar.

- ¿Cómo supiste?- su tono de voz era bajo.

Una de sus manos se enredada en las ondas de mi cabello, mientras trataba de acariciarlo despacio. Ni todos los mimos del mundo podían calmar mi furia ahora mismo.

- La última vez que vino a tu despacho. ¿Recuerdas?- giré la cabeza para verle la cara.

Hizo un gesto con su boca dando por sentado que sabía a lo que me refería.

El cerdo que mi prima había elegido por esposo; con el cuál había ocurrido ese percance en ese raro club sado. Bueno, a ese bastardo ya lo conocía de antes. Hace como un mes y medio tuvo una cita con John en su despacho. Al ser la asistente-encargada-secretaria-becaria-sirvienta y otros etcétera más; pues básicamente me tocó atenderlo.

Al principio me costó un poco recordarlo, ya que me limitó a tener el mínimo contacto con los clientes; solo lo indispensable. En fin, el tipo se había comportado como todo un marrano, reparando mi figura una y otra vez, haciendo comentarios subidos de tono y sumamente desagradables.

Seven nights with you | jjk + ksj Donde viven las historias. Descúbrelo ahora