Capítulo XXIII

487 39 39
                                    

Las caricias que repartía Jin por mi espalda baja eran lo más reconfortante de este mundo entero, a pesar de permanecer todavía en la celebración, él con ese simple gesto me sacaba de ese bucle en el que quedé después de lo sucedido hace unos minutos.

Mi abuelo y mi padre conversaban entusiasmados acerca de un proceso judicial que recientemente les había dado algunos problemas. Jin mantenía el hilo de la conversación pero de vez en cuando desviaba su atención hacia mí preguntándome con solo su mirada si me encontraba bien, a lo que yo respondía con una leve sonrisa para no preocuparlo.

De una simple conversación pasó a ser un pequeño debate cuando mis tíos comenzaron a opinar y dar, según ellos, mejores soluciones para resolver dicho caso.

Perdida en mis propios pensamientos trataba de encontrar alguna posible solución para mi reciente problema; y por más vueltas que le daba no entendía porqué tenía que ser yo. Joder; en la firma trabajábamos cerca de más de cicuenta mujeres, no podía haber sido otra la elegida para acechar por ese energúmeno.

Quizás me estaba poniendo un poco paranoica, pero desde lo ocurrido en mi habitación hace un rato podía sentir el peso de su mirada a donde quiera que fuese. Hasta me había puesto un abrigo para tapar mi escote. Sentía la necesidad imperiosa de abandonar mi casa y correr en busca de un poco de paz.

La mano cálida de mi abuela se posó en mi regazo haciendo que diera un respingo de repente. Su mirada me decía que estaba preocupada por mí y que aunque no supiera lo que estuviese pasando percibía a leguas que algo andaba mal.

Se puso de pie y con un gesto con su cabeza me hizo una invitación para que hiciera lo mismo.

— Acompáñame mi linda.— de inmediato tomó mi mano para guiarme.

La imité sin rechistar, no sin antes informarle a Jin sin llamar demasiado la atención.

Nos alejamos en dirección a la cocina; nuestro lugar favorito en todo el mundo. Mi abuela siempre sabía que hacer para mejorar mi mal humor, mi enojo y hasta para alegrarme más aún el día. Esta mujer dedicaba gran parte de su tiempo a preparar platillos y postres de lo más deliciosos; cosa que mi madre nunca pudo debido a su trabajo. Al ser única hija y ser también la única nieta que convivía con mis abuelos me convirtió en la pequeña consentida de la casa, incluso hasta el día de hoy.

Al llegar a la cocina con rapidez soltó mi mano y se puso a rebuscar entre las gavetas en busca de una cuchara, que ondeo en forma de eureka cuando la encontró; la trajo hasta la isla de vitroceramica una pequeña casuela y puso la cuchara entre mis manos. Sus ojos brillaban y su sonrisa resplandecía en su cara formando arrugas en los extremos de sus ojos.

— Sabía que venías...— decía mientras se encargaba de destapar la casuelita para mí— ¡Taraaan!— su cara se iluminó al ver mi expresión— Ya sé, es tu favorito. Por eso lo preparé hoy en la mañana, solo para ti.

El mejor dulce de leche casero del mundo mundial era el que preparaba mi abuela, y una de mis cosas favoritas. A pesar de mi emoción, no me sentía capaz de articular palabra y cada vez que le sostenía la mirada, por muy poco que fuera, sentía como que rompería a llorar en cualquier segundo. Por eso preferí llevarme una cucharada a la boca, pero eso hizo que algo se activara en mi interior y me derritiera aun más soltando silenciosas lágrimas que resbalaban rápidamente por mis mejillas.

—Mi niña.— su voz sonaba preocupada y con sus dedos las trataba de secar, pero seguían saliendo incluso con mucha más fuerza.— Sé que algo no anda bien contigo, lo he visto en tu carita desde que llegaste. Sabes que siempre puedes contar y confiar en tu abuela para lo que necesites... No quiero verte triste. Ahora dime, ¿qué está pasando?

Seven nights with you | jjk + ksj Donde viven las historias. Descúbrelo ahora