8.- La misión

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El viejo camión de la granja olía a viejo. Tres granjeros peones viajaban en la parte de atrás por el tortuoso camino rural que había sido utilizado con toda seguridad desde los tiempos de los Césares. Los peones evitaban mirar alrededor mientras atravesaban el bosque de altos y añosos árboles.

El camión se aproximó a un vehículo, detenido al costado del camino. Por sus marcas en la puerta era del ejército alemán, y sus jóvenes ocupantes vestidos con los uniformes del SS parecían aburridos. Uno de ellos levantó una mano y detuvo al camión.

El granjero que conducía saludó:

– ¡Guten morgen, Rottenfuhrer! –

– Guten morgen, herr Adler. ¿Nuevos trabajadores? – Le dijo el soldado, mirando a la parte trasera del camión. – No lucen bien –

– Es lo mejor que pude encontrar. Un idiota, un debilucho y un judío. No hay más que esto en el pueblo, ya que los buenos trabajadores alemanes se han marchado para entrar en servicio. Debo conformarme con lo que queda – Dijo el granjero.

El soldado de la SS rio y fue hacia la parte trasera. Observó al único peón que parecía mínimamente inteligente, y gruñó al distinguir una pequeña estrella de David bordada en su chaqueta. Miró a los otros dos: un hombre sucio con un pie torcido, y el otro carecía totalmente de curiosidad o inteligencia en su mirada. Su frente prominente le daba el aspecto de un Neanderthal, y solo había sido elegido para trabajar debido a su gran tamaño.

– Escuchen ustedes – Dijo el soldado, con un tono de desagrado en su voz. – Están entrando a un área segura. No deambularán por el campamento de noche. Durante el día solo trabajarán en el campo. Cualquiera que sea visto fuera del área permitida será ejecutado –

El soldado hizo un ademán con su mano para que el camión reanudara su camino. Draco Malfoy estaría orgulloso del gesto despectivo del miembro del SS hacia esos "seres inferiores".

El camión continuó su ruta hasta llegar a un granero. Dos hombres salieron y fueron al camión. El granjero se bajó y se juntó con los otros dos, hablaron en voz muy baja y fueron hacia la parte trasera del vehículo.

– Ustedes tres, están aquí para trabajar. Trabajarán duro y dormirán sobre el heno del granero. Comerán lo que le demos, y se turnarán para cocinar. ¿Entendido? – Graznó uno de los hombres.

Los tres peones asintieron, aunque uno de ellos lo hizo sólo porque los otros dos lo hicieron.

– Soy Herr Yoder – Dijo, y señalando al otro agregó: – Ese es Herr Klink. Nos obedecerán en todo momento, de lo contrario los echaremos a patadas de aquí a la noche, y se las tendrán que ver con los del SS – Yoder bufó. – Ahora, bajen todo del camión y lleven las provisiones al granero –

Los peones obedecieron. El judío realizó su tarea eficientemente, el que tenía los pies torcidos cargó los suministros sorprendentemente bien, pero el idiota necesitaba que le indiquen lo que había que hacer a cada paso; solo el hecho de que podía cargar el doble que los otros lo salvaba de que lo echaran.

Una vez libre de carga, el camión arrancó y Herr Adler se fue del campamento.

Los granjeros enviaron al judío y al idiota a sacar las rocas del campo que aparecieron durante el invierno. El de pies torcidos tuvo que afilan las cuchillas de los arados. Luego de que terminaran, fueron al granero para continuar sus labores.

El judío quiso entablar conversación con su colega mientras estaban en el campo quitando rocas. Le dijo que se llamaba Jonathan Fielman, y el otro contestó con un gruñido que se llamaba Goyle; no volvieron a abrir la boca.

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