34.- Ojo de la Tormenta

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27 de julio de 1943 - Durmstrang

Tom sintió que alguien caía sobre él en el caos del salón tras la aparición de su padre. Luchó por liberarse cuando sintió el familiar tirón detrás de su ombligo cuando se activó un traslador.

Un instante después, Tom se encontró en otro lugar.

Dos manos fuertes agarraron los brazos de Tom y lo sacaron de debajo de Christina. La Bruja Oscura se puso de pie con el ceño fruncido en su rostro mientras se quitaba el polvo de nieve de la ropa.

– ¡No tenía ningún derecho! – Gruñó ella. – El Conde es mío. ¡Te juro que si el Conde no mata a esa comadreja, entonces lo haré yo! – Sus murmullos continuaron pero Tom la ignoró.

Tom miró por encima del hombro a la persona que lo sostenía. Luego miró hacia arriba. A los 16 años y medio, Tom medía 5'9. ¡La persona que lo sostenía medía fácilmente dos metros y medio! Tensando el cuello para mirar a la persona que lo sostenía, Tom tuvo dos pensamientos. La primera fue, "¡Dulce Merlín, es una mujer!" Seguido de, "¡Ella debe ser mitad troll!"

La mujer que sostenía a Tom se alzaba sobre él. Sus manos se sentían como trampas de acero en sus bíceps. Cuando Tom miró hacia arriba, la mujer le dio una sonrisa amistosa. Solo una extraña cresta en su frente y orejas de troll insinuaban su estado de sangre mixta. Al menos en su cara. Su tamaño y su extrema musculatura prácticamente lo gritaban. Donde Hagrid, como medio gigante, era bastante voluminoso, esta mujer tenía la constitución de una gimnasta de gran tamaño. Tom supuso que sería mucho más rápida de lo que sugería su tamaño.

– ¡Christina, es tan bueno tenerte de vuelta! ¡Ha sido demasiado tiempo! – La mujer medio troll saludó a la Bruja Oscura. – ¿Y quién es el joven y apuesto mago? – Su voz tenía un tono áspero.

Christina dejó sus murmullos para mirar al captor de Tom.

– Su nombre es Tom Riddle, Helena. Él es a quien Nuestro Señor me envió a Inglaterra a buscar –

– Mi nombre es Tom Evans – Gruñó Tom.

Su comentario fue ignorado cuando Helena le sonrió a Christina.

– Ah, creo que alguien es un poco gruñón. ¿Alguien tuvo un duelo y no te invitó? –

Christina empezó a decirle a la mujer medio troll exactamente lo que pensaba de sus observaciones. Tom estaba impresionado con su dominio de los juramentos muggles. En el mes que había sido su compañero involuntario, nunca había visto a la Bruja Oscura perder los estribos de esta manera. Una parte del cerebro de Tom quería tomar notas.

Helena siguió sonriendo durante toda la perorata. Después de cinco minutos, Tom sintió una risa profunda y retumbante proveniente de la gran bruja detrás de él.

– No has cambiado desde nuestro primer año, querida. Todavía es demasiado fácil molestarte – Christina miró a la mujer grande.

– Y sigues tan molesta como siempre. Nunca sabré cómo te convirtieron en profesora –

La imperturbable respuesta llegó en una seca observación.

– Bueno, asuste a muchos con mi tamaño, pero a diferencia de algunos que podría nombrar, nunca he lanzado uno contra la pared –

Casi de mala gana, Christina permitió una pequeña sonrisa fría en su rostro.

– Es cierto, pero lo engañaste para que me agarrara el trasero. Vamos, hace demasiado frío aquí para hablar de los viejos tiempos –

Fue solo cuando la gigante Helena guio a Tom detrás de Christina que realmente miró a su alrededor.

El camino por el que caminaban abrazó la ladera de una montaña escarpada. La nieve cubría el camino y las montañas que los rodeaban. Llegaron al final del camino. Estaba demasiado oscuro para ver qué tan lejos estaba la caída, pero Tom sospechaba que estaba muy lejos. Era julio y todavía estaban por encima de la línea de nieve. Tom sospechaba que los Encantamientos Calentadores permanentes estaban activos, pero no causaron que la nieve se derritiera.

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