25.- La chispa revolucionaria

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7 de Junio de 1941

La casa de la familia Evans

Las vacaciones de verano habían comenzado hacía una semana y Tom ya estaba aburrido.

El vivir en una casa protegida por el encantamiento fidelius limitaba la diversión y las opciones de un joven de 14 años. Sus amigos del colegio no podían visitarlo debido a las restricciones de seguridad impuestas por el Ministerio luego de la invasión de las fuerzas oscuras, y su padre no quería que mucha gente supiera la dirección de su casa. Tom sentía que estaba prisionero en su propio hogar, y si bien su padre lo comprendía, no iba a ceder.

Tom terminó toda la tarea de verano en los primeros cuatro días de su encierro, y el ayudar con los dos pares de gemelos lo distrajo los siguientes dos días, pero para un muchacho de catorce años eso no era un buen método de pasar sus vacaciones. Si su padre estuviera en casa podría al menos practicar duelo o sus habilidades como animago, pero estaba colaborando con el Ministerio en la lucha contra Grindelwald.

La séptima mañana de sus vacaciones la pasó preparando un par de pociones de quinto año en el laboratorio de su madre. Sarah mantenía su laboratorio mejor equipado y más limpio que el de Hogwarts, y Tom creía además que su madre era mejor que Slughorn en pociones.

Sarah había visitado algunos hospitales muggles durante su certificación de Sanadora para estudiar ciertos ingredientes y alimentos no mágicos que ofrecían resistencia a los tratamientos mágicos. Ella simplemente se sorprendió por la limpieza y sanidad de los laboratorios muggles, y terminó haciendo lo mismo con el suyo en su casa, dotándolo además de químicos y equipo muggle que pudo comprar gracias a la ayuda de su esposo.

Tom saco del fuego la poción de dormir sin sueño que hervía en su caldero y la colocó en un estante, para que se asentara. Abrió otro de los libros del laboratorio y comenzó a leer el capítulo de la poción multijugos; estaba compenetrado en las instrucciones cuando su madre lo llamó para almorzar.

Luego de chequear la poción que había preparado, se levantó y fue hacia las escaleras, leyendo el libro. El ataque ocurrió justo cuando terminaba de subir a la planta baja de su casa.

– ¡Tommy! –

Dos voces gritaron su nombre mientras los gemelos se aferraban a sus piernas. Tom intentó ignorarlos y siguió caminando, con dos pequeños de cuatro años a cuestas; los gemelos reían con cada trabajoso paso que daba su hermano mayor.

Katie cayó al piso primero, seguida de su hermano Michael, y ambos reían desde el piso.

– ¿Por qué están tan excitados ustedes dos? – Les preguntó Tom mirando hacia abajo.

– ¡La abuela vino a visitarnos! – Dijo Michael.

Tom apoyó su mano en el picaporte de la puerta de la cocina, sintiendo alguna clase de presentimiento.

– ¿La abuela? –

– ¡La mamá de mami! – Rio Katie.

Tom entró en la cocina y vio a una bruja de edad avanzada sentada en la mesa. Era igual a su madre, pero con muchas arrugas. Nunca la había visto antes: la madre de Sarah se había mantenido alejada de la familia a modo de protesta debido a la impureza de sangre de su padre.

Tia y Ron estaban sentados en sus sillitas altas, comiendo. Habían celebrado su primer año de vida unos pocos días atrás. Ron comía como si nunca hubiera comido antes, mientras que Tia no probaba bocado y, en vez, miraba a todos en la cocina.

– Tom – Le dijo su madre con una sonrisa. – Ella es mi madre, Margaret Underhill. Madre, mi hijo Tom – Tom ensayó un saludo cordial.

– Hola, señora – El ceño fruncido en el rostro de su abuela se agravó.

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