La conocí como se conocen aquellas almas,
separadas en otra vida,
la conocí por casualidad,
por cuestiones del azar,
por el destino y sus coincidencias.
posiblemente el karma,
cobrando el peaje de mis risas,
así de repente la vi,
volada mirando las nubes,
contaminando el café incendio de sus ojos,
con el azul falso del cielo,
me hipnotizó tanto aquello,
que de la nada vi formándose huracanes,
que se tornaban negros en su cabello,
los mismos me arrancaron del suelo,
sin poner resistencia me llevaron entre sus cejas,
muy muy adentro, donde está la razón,
allí me quedé largo rato,
me atraparon sus puntos, sus comas, sus letras,
me sedujo su arraigada seguridad,
su inseguridad.
Siempre en contra del mundo,
siempre intentando salvarlo,
siempre intentando cambiarlo,
con su orden su lógica,
su desorden y su locura,
tan ella, tan mágica.
Mientras en el lomo de una mariposa volaba,
a través de su escepticismo,
salí en una lágrima que brotaba,
baje acariciando su nariz,
solo por rozar sus labios,
me senté en su barbilla,
disfrute la vista,
me distraje con su blusa,
caí a sus pechos aun de niña,
calzarían perfectamente en mis manos,
ganas no faltan de comprobarlo.
Baje su vientre plano, cobre, mestizo, perfecto,
y en su ombligo pare directo,
hacia el sur en busca de calor,
llegue a la flor de su sexo.
venus y edén encontrados en su cuerpo,
cielo e infierno y también tiempo,
y en el corazón de sus caderas perfección.
Me perdí, fantasee,
me distraje y resbale,
caí a sus pies,
y ya en el suelo bajo su medidas,
morí por un instante,
cruzó las piernas,
mientras acomodaba su falda,
y la vida regreso,
cuando desde abajo hacia atrás la vi,
desde mi nuevo cielo sus cabellos
esos huracanes,
me llamaban aún más,
por sus talones subí rozando,
sus pantorrillas como soñando,
casi volando,
encontré mi religión en sus muslos,
y en cuanto llegue a sus carnes, a sus glúteos,
entendí fue moldeada cual obra de arte,
exacta forma del corazón,
desde el inicio de su columna,
por delante y por detrás,
reconocí cada una de sus vértebras,
como si ya hubiese recorrido su espalda,
niña mestiza,
niña mulata,
pedacito de luna,
polvo de estrellas,
cuerpo de Ada,
venus y edén encontrados en su cuerpo,
cielo e infierno,
también tiempo,
y en el corazón de sus caderas perfección.
Llegue por fin a su cuello,
allí donde siempre quise morir,
ese donde está la llave de su magia,
ese en donde lucha pasión y razón,
ese que deja a un simple susurro,
calentar el momento,
y mojar su sexo,
ese que me empujó hacia sus brazos,
y en el momento exacto,
en el que en sus manos iba a caer,
clavó su mirada en la mía
y dos segundos fueron suficientes,
para que esos dos soles me regresaran,
al lugar de mi cuerpo,
mientras iban quemando la fantasía,
y los huracanes no.
Huracanes traes huracanes eres.