El diablo por diablo,
no teme a fantasmas de cortinas,
ni a ojos en los armarios.
El diablo mitad mortal, mitad lápiz
solo teme al final de las madrugadas,
a esa palabra que anunciada última,
¡Maldita!, se escupe como flecha,
a la carne del destino.
El diablo teme,
a los pálpitos rápidos,
a la luna, al frió,
a las canciones tristes,
a su voz de te quiero,
afilada como daga al pecho.
El diablo teme
que su estrella fugaz pase de largo,
y nunca vuelva a bailar con el.