Te muestras perfecta entre sorbos de café,
Etérea en cada gota entre tus labios,
Exhibes tu humanidad en el temblor de tus manos,
Te recorro, te sigo, solo intento encontrarte,
Pero tus ojos queman.
Quizá la cafeína fue idóneo solvente,
Para esas palabras presas entre el pecho y la boca,
Allí a una cuarta del corazón.
Lanzas una frase la disparas sin matar,
Pides casi exigiendo lea tu mirada,
Mis ojos intuyendo el paredón,
Inician el manso camino desde tus jeans ajustados,
De tu sudadera azul,
Saltan a tu cuello allí cerca donde solían bailar los huracanes,
Avanzan a tu mentón,
A tus labios, a tu nariz.
Husmean en tus pestañas, quizá buscan valor,
Me encuentro mortal y me atrevo a encontrarte,
Mientras choco en tu mirar incrustándose en mi
Cual si fueran un par de flechas de sol
¡Y tú me pides que te lea!
Y yo que no puedo tan siquiera escapar de la magia de tus pupilas,
No mientras sean estelares y vivan envueltas en esa atmósfera chocolate
De brotes de árboles rojos,
Que alzan sus ramas por todo ese universo blanco,
Solo para morir en tus parpados,
Y ya no se quien lee a quien,
Apenas sé de mi cobardía,
De lo relativo que es el tiempo,
Y de lo que puede ocurrir en tan solo cinco segundos.
Allí fuera hay una noche hermosa,
Y las calles están repletas de extraños.