Pongámonos ilógicos, volvámonos imaginarios.
Piensa que soy un recuerdo de orígen melancólico en las cumbres barrancosas de tu memoria oxidada de tiempo, que me voy desprendiendo de golpe hacia tus canales lacrimales directo a ese par de piedras preciosas, que como globos oculares traes, permíteme ser una lágrima y aflorar a un costado del ópalo marrón prisión del ágata oscura de tu pupila, créeme ahora una mota de arena de pasado que sucumbe a la gravedad y su fuerza resbalando así a los surcos de las cobres laderas de tus mejillas como pétalos, acariciando de paso las elevaciones de tus labios villaumitas. Descansando en un baile en los límites suaves de tu rostro, al son del sismo resonante que sube por tu yugular hacia tu mentón.
Precipito directo a tu caja torácica en las coordenadas más próximas a ese gran percutor de latidos mismísimo núcleo de lo que eres hasta hoy.
¿Y yo?, bueno, algún tipo de metal extraño con un destino subducente entre las grietas de tu sudor, rumbo fijo al espacio izquierdo que ocupa ese musculo delator en la cavidad más importante de tu caja torácica.
Cumplida mi travesía ya en la cuenca nostálgica de tus pálpitos, dame la chance de empezar mi diagénesis, responsable del honor de ser un estrato eterno en la columna de tus días como un cataclismo cíclico y constante...