PASADO
Corría el año 2006. El quinto de prepa...
La telenovela más rebelde de nuestra generación estaba a punto de terminar y el grupo permanecía en su mejor momento. Había mundial de fútbol en Alemania, una ola de nuevos grupos y artistas musicales y yo, peleaba con la vida por sacar las mejores calificaciones y no perder la beca que desde el inicio de la prepa mantenía. La presión era mucha y cada día estaba más alejado de lo que sería una vida social activa.
En ese entonces tenía dos mejores amigos: Diego Bermúdez y Christian Méndez. Entre los tres hacíamos un grupo interesante y a la vez, diferente.
Por un lado, Diego era el galán. Tenía mucha suerte con las chicas. Su facilidad de palabra y gran encanto, lograban que junto con su buen físico y cabellera brillante, todas murieran por él.
Le encantaba farolear y usar lentes oscuros así estuviera en una cueva. Sin embargo, no había existido quien lo hiciera comprometerse en una relación seria.
Christian era más reservado en los terrenos sentimentales.
Aunque siempre presumía de haberse "comido" a las mejores chicas, lo cierto es que casi no hablaba de ellas. Era el mejor amigo que podías tener: comprensivo y leal hasta la muerte. Usaba kilos de gel para peinar su lacia cabellera y era muy minucioso en su arreglo personal. Fuera de la prepa, acostumbraba vestir con suéteres de rombos.
Y después estaba yo: el tímido, el teto, el nerd. Mi apariencia introvertida y mi complexión delgada unida a mis lentes de armazón, no ayudaban mucho. Siempre me encorvaba al caminar a pesar de tomar clases de basquetbol y estar en el equipo bicampeón. Toda la suerte que tenía Diego con las chicas, me hacía falta a mí. No había tenido ninguna novia en mi vida y llegué a creer que pasaría los siguientes años en una iglesia oficiando misa. Mi inseguridad lograba alejar a las chicas cuando no podía ni hilar dos palabras hablando con ellas. Era nefasto.
A pesar de las diferencias entre nosotros, nos llevábamos bien. Los dos eran buenos amigos, aunque en cierto modo, inmaduros. O bueno, lo eran para mí en ocasiones.
Un día, nos invitaron a una fiesta de la prepa para aliviar el estrés que todos teníamos. Pero me resistí. Socializar no era mi fuerte. Pero ante la llegada de los exámenes semestrales, mi madre me convenció de que sería buena idea ir. En ese entonces, ella y mi abuela aún vivían y Maite ya estaba en la universidad.
La fiesta se llevó a cabo en casa de Jessica Salcedo Hormazabal, una de las chicas populares de nuestro amado Continental School y líder del grupo de baile. Era guapa, simpática y amable con todos. Tenía un cuerpo tan delgado que si pasaba un viento fuerte, se la podía llevar sin problema. Su estatura era la de un duende y su cabello corto y negro la llegaba a comparar con un personaje de esos años llamado Pucca. Iba en nuestro salón y era amante de la moda. Siempre traía la mejor ropa, los mejores zapatos y lo que estaba en tendencia. La ventaja es que no era odiosa ni creída, solo le gustaba verse bien y lo lograba. Traía a miles de chicos detrás de ella. Era de buena familia y su padre manejaba una empresa de moda. Ahí entendimos el porqué era tan fashion. Ella y Diego tenían encuentros sexuales de vez en cuándo, ya que a él le encantaba eso y como Jessica estaba soltera, no tenían ningún problema en llevar algo así. Fue por eso que nos hizo extensa la invitación a su evento.
Nunca había asistido a una fiesta de tal magnitud. Tuve muchos problemas para elegir la ropa que usaría, ya que no me sentía ni al último grito de la moda, ni en las condiciones para rodearme de toda esa gente nice.
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Recuerdos en mi habitación
JugendliteraturMiguel está por cumplir treinta años. Despedido de su trabajo y con mil rollos existenciales, decide volver a la casa que lo vio nacer. Sin saber que ahí, se reencontrará con aquello que pueda regresarlo al camino y que lo motivó a ser un verdadero...