Capítulo 10: Volverlo a intentar

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Después de mostrarle a Mariluz algunos ejercicios para controlar sus nervios en el escenario, practicamos un momento para que poco a poco se fuera desenvolviendo. El tiempo pasó volando y Maite llegó de trabajar. Regañó a la niña ya que sí tenía tarea que hacer. Así que Mariluz bajó y yo me quedé unos momentos en la casa del árbol. Al bajar, estaba a punto de encerrarme en mi habitación, cuando recibí un mensaje de Brenda:

"Tengo una sorpresa para ti. Te espero afuera de tu casa"

Me extrañó demasiado pero salí de inmediato. Al abrir la puerta ahí estaba; recargada en la pared. La noche cayó y el frío se hacía presente.

—Pensé que no saldrías —me mostró una bolsa de plástico—. ¿Tienes hambre?

El olor de esa bolsa me resultó familiar. Acto seguido, me mostró un par de cervezas.

Después de unos minutos cenamos tacos a la orilla de la banqueta haciendo alusión a cuando nos reuníamos a platicar en la adolescencia y veíamos pasar a los vecinos. Solo así, mi abuela me dejaba ausentarme un rato. Estando fuera de casa.

—¿Sabes hace cuánto no comía estos tacos? ¡Los amo! —le di una mordida a uno de pastor.

—No lo dudo. Hasta el taquero se extrañó al saber que volviste. ¿Te acuerdas que ahí fuimos a cenar después del concierto de esa vez? Fue un plan perfecto —dijo con entusiasmo.

Resulta que en la colonia había una taquería que llevaba generaciones estando vigente. Vendían los mejores tacos al pastor que podías probar. Siempre me quedaba con algún cambio de encargos que me hacían en casa para poder ir por unos y cenar. Los amaba.

—Las cosas simples son las que te hacen más feliz —dije suspirando.

—¿Extrañabas estar aquí? —preguntó.

Asentí con la cabeza. Como bien lo dije en algún momento, me sentía en casa nuevamente.

—¿Sabes? Me acuerdo muy bien que en ocasiones te veía pasar con tu amiga o incluso, con tu novia. Una rubia medio creída...

Brenda se refería a Mía, obviamente.

—Yo no sé ni porqué la traía por acá si nunca entró a mi casa —dije riéndome.

—¿Neta? —se sorprendió—. Pues yo nunca la conocí, pero me acuerdo que la odié...

Después de decir eso se quedó en silencio unos segundos y palideció. Había cometido una indiscreción.

—¿Por qué la odiaste? —pregunté con curiosidad.

Ella casi se atraganta con un taco y después de toser unos segundos, sonrió y me dijo:

—Soy una tonta. Actúo como si todavía fuera adolescente —me miró fijamente—. Ay, Miguel... creo que eras el único que nunca se percató de lo que sentía por ti...

Se sonrojó de tal manera que en efecto, parecía una adolescente declarando su amor. Lo que tanto me habían dicho en casa, resultó ser cierto.

—¿Es en serio, Bren? —no daba crédito a nada—. ¿Yo te gustaba?

Lanzó una risa nerviosa que ruborizó sus mejillas.

—Obviamente. ¿Por qué crees que me dolió tanto cuando te portaste mala onda? Yo era una niña muy boba si quieres verlo así, pero aparte de considerarte mi amigo, siempre soñé con el día en que me dieras un beso de amor... ya sé, es patético.

Se sintió más apenada que nunca. Yo no podía entenderlo. En primera, sí, me habían hecho el comentario de que existía esa posibilidad. Y en segunda, me resultó extraño irme enterando que (contrario a lo que pensaba antes) sí podía gustarle a alguna niña.

Recuerdos en mi habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora