Sin pensar en nada más que el bienestar de Sheryl, corrí por el patio central que no tenía a un solo alumno transitando, pues todos estaban en la cancha disfrutando de la música y la celebración por el campeonato. Enfundado en un pants y la playera que decía "Continental campeón", pasé uno de los pasillos más largos para encontrar la escalera que llevaba hacia el roof garden. Era lógico que Joaquín estaría ahí.
Subí las inmensas escaleras con una velocidad desmedida hasta que abrí la puerta que conectaba a la azotea. Giré la cabeza a todos lados y no había nadie. Mi desesperación llegó al límite y el corazón se me iba a salir del pecho. La respiración era incontrolable y las piernas me temblaban a la vez que abría y cerraba los puños tratando de canalizar todo eso por si tenía que golpear a Joaquín de algún modo.
El rayo del sol pegaba en mi rostro mientras me acerqué al centro del lugar buscando respuestas.
—¡Joaquín! ¡Joaquín!
Mis gritos desesperados retumbaban por todos lados y de pronto, unos ligeros sonidos provenían de un extremo.
Alguien se estaba quejando. Al dar unos cuántos pasos, vi que detrás de unas jardineras estaban Sheryl y Mía amarradas espalda con espalda y sentadas en el piso sin poder moverse. Sus manos estaban atadas entre sí y mordían unos paliacates que les impedían articular una sola palabra. Sus gestos de desesperación crecieron cuando me vieron llegar y corrí a auxiliarlas.
—¡Sheryl! ¿Qué pasó? —traté de desamarrar los nudos cuando el rostro de mi novia palideció y se preocupó más. Alguien estaba detrás de mí.
—Así te quería tener...
Joaquín colocó en mi nuca algo que se sentía como una navaja, así que preferí no moverme aunque mi rostro denotaba una furia desmedida.
—Ya me tienes. Ahora déjalas en paz —dije con desafío.
—Eso quisieras, pero ¿qué crees?... esto aún no termina, Aguirre. Tú me debes una y me la vas a pagar con intereses. ¡Levántate! ¡Las manos arriba!
Hice lo que me pidió y me levanté lentamente mientras Sheryl y Mía se mostraban inquietas.
Alcé mis manos a la altura de los hombros y así me mantuve hasta que Joaquín se colocó frente a mí con mirada triunfante y amenazándome con la navaja. A juzgar por sus ojos rojos, mirada perdida y constante tocamiento a la nariz, supe que estaba drogado.
—Ahora sí...—dijo con una sonrisa de maldad—. No habrá quien te salve de esta...
—Ya párale con tus amenazas —alcé la voz—; no me hagas pensar que únicamente te gusta atacar por la espalda. Eso es de cobardes.
—¡¿Te parezco un cobarde?! —se aceleró tanto, que pensé que los ojos se le saldrían—. Vamos a ver si lo sigues pensando...
Se acercó a las chicas y colocó la navaja en el cuello de Sheryl que lo miró con odio.
—¡Déjala! —di un paso al frente y más se acercó para dañarla.
—¡Atrás! ¡No me retes, Aguirre! Soy capaz de cortarle el cuello ahora mismo. Y no quiero que eso pase, ¿te digo por qué? —me miró con amenaza—. Porque quiero verte sufrir hasta el último momento.
—Eres demasiado idiota, Joaquín. ¿En serio crees que nadie se va a dar cuenta que estamos aquí? ¿Qué quieres? ¿Vengarte de mí? ¡Hazlo, cobarde! Entiérrame la maldita navaja y se acabó tu jueguito macabro. No te sientas villano de novela porque no te queda.
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Recuerdos en mi habitación
Fiksi RemajaMiguel está por cumplir treinta años. Despedido de su trabajo y con mil rollos existenciales, decide volver a la casa que lo vio nacer. Sin saber que ahí, se reencontrará con aquello que pueda regresarlo al camino y que lo motivó a ser un verdadero...