Capítulo 15: Atado a ese sentimiento

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La verdad sobre la homosexualidad de Christian nos dejó  muy vulnerables esa noche y también, hizo que nos sinceráramos mucho más.

Al abrir nuestro corazón, Diego y yo admitimos nuestras ganas de estar con Jessica y Sheryl respectivamente. Después de varias cervezas, Roberto sacó la guitarra y nos pusimos a cantar canciones como Entra en mi vida de Sin Bandera y por supuesto, Yo quisiera de Reik; las dignas para dedicarle a alguien en esos años.

Después de varias horas, Diego tomó la palabra:

—Vamos a llevarles serenata...

Nos miramos sorprendidos. Jamás imaginamos escucharlo decir eso.

—Estás loco. Maldito alcohol... —le dijo Christian.

—Lo digo en serio. Si esperamos a que ellas nos den indirectas o algo así, estaremos perdidos. Los hombres somos muy estúpidos para captarlas. Es mejor adelantarnos y como dice Miguel, aventarnos a hacer algo nuevo.

—¿Quién eres y qué hiciste con Diego? —le dijo Roberto con tono de burla.

Él miró a Christian y contestó:

—Si mi amigo tuvo valor, yo también —me miró con motivación—. ¿Qué dices?

Los nervios comenzaron a manifestarse en mi sistema. Diego tenía razón. Mi mente y corazón me confirmaban que mis sentimientos hacia Sheryl iban en aumento y que no perdía nada con decirle lo que sentía. Tal vez me arriesgaba a perder su amistad, pero si de algo estaba seguro, era que ella sentía lo mismo que yo.

—Hagámoslo —finalicé.

Durante los próximos minutos, Roberto manejó el auto de Diego hacia casa de Jessica, pues era el más sobrio. Mientras tanto, nosotros nos pusimos de acuerdo sobre qué canción cantarles al pie de su ventana.

—Hay algo que no hemos considerado —pensó Christian—. Tenemos que entrar a la casa. Sus recámaras no dan para la calle.

—Eso es fácil. Les llamamos y les pedimos que salgan. No se compliquen —dijo Diego con confianza.

—Ay no, esto no está bien... —escuchamos decir a Roberto.

Unas luces rojas con azul comenzaron a verse cerca de nosotros. Algo que no contemplamos es que camino a la casa de Jessica, había una estación del alcoholímetro.

Roberto palideció. Su piel morena comenzó a aclararse y nosotros tragamos saliva mientras Diego ocultaba una botella de cerveza que aún llevaba consigo.

—Date vuelta, Robert, esquívalo... —sugirió Christian con angustia.

—No puedo, ya nos atoraron —dijo él mientras un hilo de sudor bajaba por su frente.

—Lo único que nos faltaba... —me preocupé por lo que estaba por venir.

Al pasar junto a los oficiales que hacían la prueba, Roberto trató de mantener la cordura al igual que nosotros. Lamentablemente, al momento de pedirle que bajara el vidrio de la ventana, el oficial se percató del olor a alcohol.

—Buenas noches, jóvenes. ¿Todo bien?

—Todo bien, oficial —dijimos al unísono y con una sonrisa cordial.

El oficial era un hombre robusto, de estatura baja y que se veía tan tierno como un oso de peluche. No parecía policía, sino una buena persona.

—Vaya, vaya —dijo mientras nos miraba uno a uno—. Desciendan de la unidad, por favor.

Recuerdos en mi habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora