Capítulo 8: Una canción para ti

87 5 0
                                    


Al día siguiente decidí darme un espacio para mí. Afortunadamente, ni Maite ni yo sufrimos estragos por la mojada que nos dimos y eso permitió tener un buen domingo.

Ese día de la semana ella acostumbraba ir con Mariluz al tianguis de la colonia, donde se abastecía de todo lo necesario para la semana venidera. Dicho mercado sobre ruedas tenía muchísimos años de existencia. Mi abuela iba desde entonces y mi hermana ya conocía a todos los vendedores. Por tal motivo, decidí acompañarlas.

Al caminar por dicho lugar, Mariluz acostumbraba ir a un puesto donde vendían juguetes, estampas, álbumes y más. Ella estaba coleccionando uno de princesas y me pidió acompañarla para ver si tenían algo que encargó. Mientras tanto, Maite siguió comprando y nos daría el encuentro más adelante.

—Amo venir aquí... además, estoy a nada de completar mi álbum. ¿Tú coleccionabas alguno? —me preguntó la niña.

A mi mente vinieron aquellos donde series como Dragon Ball o Pokémon eran los protagonistas de grandes colecciones. Todos en la primaria moríamos por completarlos y nos juntábamos en los recesos a intercambiar estampas repetidas. ¡Qué buenos tiempos!

Al estar en el puesto correspondiente, miré a los alrededores y gente iba y venía. Vi rostros que hacía mucho no me encontraba y los saludos no faltaron. Hasta que de pronto, Mariluz se percató que junto a nosotros pasaba una chica delgada, alta, de cabello rizado, castaño y piel blanca. Llevaba puesta una gorra roja y su vestimenta consistía en jeans, tenis y una playera turquesa.

—¡Hola, Brenda! —saludó la niña emocionada.

La chica se acercó a ella. Llevaba colgando una bolsa ecológica para todo lo que compró.

—¡Mariluz! ¡Qué gusto verte! —contestó amable.

—Mira, ¿te acuerdas de mi tío? —Mariluz me tomó de la mano y me acercó a ella—. ¡Ya regresó!...

Al mirarme, Brenda se puso más blanca de lo que ya era y me sorprendí, pues a pesar de que nos conocíamos, hacía muchos años que no cruzábamos palabra.

—¿Brenda? ¿En serio eres tú? —le pregunté expectante.

Ella me miró con conflicto. Era obvio que se acordaba de mí pero algo había en su mirada; como una especie de enojo.

—Sí —me contestó tajante—. Soy yo —miró a Mariluz con una sonrisa—. Gusto en verte, bonita. Salúdame a tu mami.

Brenda ni siquiera se molestó en despedirse de mí. Se abrió paso entre nosotros y Mariluz se intrigó por su actitud.

—Creo que sí te conoce.... pero parece que no le caes muy bien —encogió sus hombros y siguió buscando estampas en una carpeta.

Miré hacia donde se fue Brenda y me quedé pensando en el porqué se comportó así conmigo. De pronto, me inundaron los recuerdos sobre ella.

Resulta que era la única hija de los señores Gaona, una pareja que llegó a la colonia más o menos en los mismos años en que yo cursaba la secundaria. La intención de la familia era poner un negocio y consiguieron comprar un pequeño terreno que estaba en venta para fundar La última nota, una cafetería temática en la que el principal atractivo eran las generaciones musicales.

El lugar siempre estuvo acondicionado por discos de acetato en las paredes y todo tipo de simbolismos de la música de los 70, 80, 90 y por supuesto, el nuevo milenio. Cada viernes, una banda tocaba desde los éxitos más antiguos hasta los más recientes. Pop, Rock and roll, blues y más, se escuchaban en esas paredes con un ambiente muy ameno y familiar.

Recuerdos en mi habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora