Pasaron días sin que Brenda y yo nos viéramos después de la noche de karaoke. Y quizás era lo mejor. Así pude dedicarme a mi libro y fui parte de algo que se veía venir desde semanas antes.
Maite me invitó a una cena que Pepe organizó en un restaurante de cortes argentinos. Algo así como lo que hacía su familia años antes. ¿La razón? creo que hasta Mariluz la sabía. De todos modos acudimos expectantes y me sentí raro de no contar con la compañía de Brenda en ese momento que (seguramente) sería importante.
La noche mencionada, todos lucíamos elegantes. Tenía mucho tiempo que no usaba traje y corbata. Mariluz usó un vestido rosa muy lindo y una diadema que la hacía verse peinada por fin. Maite usó un vestido rojo entallado mientras que Pepe lucía un traje negro con corbata del mismo color y camisa blanca. En palabras de mi sobrina, tenía look de chofer.
Al estar sentados disfrutando de una jarra de clericot, Maite lucía nerviosa y Pepe aún más. Mariluz hacía muecas dándome a entender que sabía de lo que se trataba la cena. Sin embargo, le pedí de la misma manera que guardara cordura y fingiera sorpresa.
—Agradezco que aceptaras la invitación, Miguel —me dijo Pepe de manera educada—. Supongo que no tienes ánimo por lo de Brenda.
Miré a Maite queriendo ahorcarla por la manía de contarle todo a su novio.
—No te preocupes —mencioné—. Para mí es un placer como siempre. Lo que no entiendo es el motivo de tanta formalidad. ¿Es una ocasión especial?
Le guiñé un ojo a Mariluz que me hizo caso y fingió ignorancia.
—Bueno, es solo que... —dijo Pepe mirando a Maite con complicidad—. Queríamos pasar un momento agradable en familia.
—Pero tú no eres de nuestra familia —le dijo Mariluz—. O sea, no en mala onda. Sino que no eres de sangre. ¿O a qué te refieres? —lo miró sugerente.
Pepe tragó saliva y enmudeció. Maite tomó la palabra mientras Mariluz casi se subía a la mesa para examinarlos más.
—Lo que Pepe quiere decir es que... —lo miró decidida y después regresó la vista a nosotros—. Él ya se siente como de la familia porque... bueno... no quiero darle más rodeos; creo que es obvio que Pepe y yo...
—¿Son novios? —preguntó la niña con coherencia.
Pepe palideció. Maite no supo qué decir.
—Ay, mamá. Ya ni se desgasten y respiren tranquilos. Mi tío y yo lo sabíamos desde hace tiempo y solo hacía falta su confirmación.
Mariluz dio un trago a su limonada mientras la pareja se miró azorada.
—¿Cómo? ¿Ustedes ya lo sabían? —nos cuestionó Pepe.
—Digamos que no son muy buenos disimulando —afirmé—. Pero no se preocupen, tampoco cometen un delito. Al contrario, hacen muy bonita pareja y me da gusto que quieran formalizarlo frente a nosotros.
—Bueno, Miguel. Creí conveniente decirles a ti y a Mariluz, que Maite es una mujer maravillosa —expresó Pepe—. Y que desde el momento que la conocí, supe que era la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida.
—Ay ajá... —dijo Mariluz espontáneamente—. Eso dicen en todas las películas y luego resulta pura farsa. Mejor se honesto, Pepe. ¿Quieres a mi mamá? ¿Realmente la vas a hacer feliz? No quiero choros, quiero hechos.
Él no supo qué decir ante las palabras tan honestas de mi sobrina. Me miró y yo hice señas dando a entender que la apoyaba en lo que decía.
—Pequeña —repuso—. Tienes toda la razón. Hay que ser honestos y afrontar la realidad —suspiró—. No sé si el amor sea para siempre. No sé si tu mamá y yo lleguemos a estar juntos toda la vida. Pero te prometo, que haré todo por hacerla feliz. No prometo que no habrá discusiones o diferencias. Quien crea que el amor no las tiene, está equivocado. Pero si nos amamos lo suficiente, podremos con eso y más. Yo amo a Maite y sé que ella me ama a mí. Por eso es que queremos tomar el riesgo. No es un experimento... es una realidad.
Pepe miró a mi hermana con tanto amor, que me conmovieron hasta las lágrimas. Mariluz se quedó con la boca abierta y tomé la palabra.
—Pepe, en lo personal, tienes mi apoyo incondicional —agaché la cabeza con pena—. No sabes cuánto quisiera tener tu valor. A pesar de los nervios, estás hablando con el corazón; algo que no todos podemos hacer. Yo lo único que quiero pedirte es que no lastimes a Maite. Ha sufrido mucho y se merece lo mejor. Y también, te pido que quieras a mi sobrina como si fuera tu hija. Es más valiosa de lo que crees y me ha dado grandes lecciones.
Miré con amor a mi hermana y sobrina. Pepe se conmovió y añadió:
—Dalo por hecho, hermano.
Mariluz tomó la palabra y se dirigió a él:
—Mira... tú a mí me caes muy bien. Pero si la haces sufrir, no hará falta que mi tío te dé tus buenos catorrazos; yo lo haré primero. Así que tú decides si le entras o no. Si eres importante para ella, lo serás para mí.
Pepe sonrió aliviado y miró a Maite con amor.
—Te prometo que así será, Mariluz. Haré a tu mamá la mujer más feliz de este mundo.
Mariluz le sonrió agradecida y corrió a abrazarlos.
Durante la cena, me sentí contento por ellos, pero había una parte de mí que no me dejaba tranquilo.
Al regresar a casa me encerré en mi habitación. Abrí mi baúl de recuerdos y comencé a sacar uno por uno. Como siempre, los discos de mis rebeldes eran la solución a todo problema y puse en mi discman lo que tenía de ellos. Casi no pude dormir.
Mirando la pulsera que me regaló Brenda, supe que la extrañaba y que mis ganas de estar con ella crecían aún más. Sin darme cuenta, la puerta de la habitación se abrió y Mariluz apareció en pijama observándome con atención.
—¿Por qué no la buscas? —me preguntó.
Sonreí al acariciar la pulsera.
—Porque no quiero equivocarme —dije convencido—. Tampoco quiero hacerle daño. No se lo merece.
—Pero la quieres. Se te nota —dijo claramente.
—¿Qué no puedes dormir? —le pregunté mientras ella entraba.
—Creo que es obvio, ¿no? —puso los ojos en blanco como acostumbraba hacerlo.
—Ven, siéntate —le dije mientras seguía sacando cosas.
Cuando vio un sobre blanco (el que me dio Sheryl el día de mi cumpleaños), me preguntó:
—¿No es ese el sobre misterioso?
Asentí tomándolo entre mis manos.
—Sí. Lo es...
Permanecí mirándolo unos segundos.
—¿Qué se supone que trae?
Pensé por un instante y recordé algo que me pareció de suma importancia.
—El más grande recuerdo de este baúl. El más importante de todos...
Mi seriedad anunció algo que a Mariluz le intrigó demasiado.
—¿Tanto así? ¿Qué es?
—Lo que se puede traducir como el final de mi historia —suspiré con melancolía al sostener el sobre—. Y que ahora le veo más sentido...
Perdí mi mirada unos segundos. Mariluz me tronó los dedos en la cara para hacerme reaccionar.
—No te entiendo. ¿O sea que ya vas a acabar de contarme tu historia adolescente? —preguntó expectante.
Por un momento contemplé el sobre con intriga y finalmente le contesté:
—Creo que será lo mejor —afirmé—. Quizás contándote esto, pueda terminar de entender ciertas cosas...
Mi mirada se volvió a perder en el sobre mientras Mariluz observaba con atención. Sólo yo sabía lo que ocurría, pero era algo primordial. Al darme cuenta que ninguno de los dos podría dormir esa noche, me decidí a darle el capítulo final; el cierre de algo que me dejó marcado para siempre...
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Recuerdos en mi habitación
Novela JuvenilMiguel está por cumplir treinta años. Despedido de su trabajo y con mil rollos existenciales, decide volver a la casa que lo vio nacer. Sin saber que ahí, se reencontrará con aquello que pueda regresarlo al camino y que lo motivó a ser un verdadero...