Capítulo Catorce: Abre Tu Corazón

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Reese

Sentí una mano cálida tocar mi frente de manera cauta y sonreí de inmediato reconociendo al dueño de ella. No sabía que le gustaba jugar este tipo de juegos.

—No te muevas...   

—¿Por qué? —. Sonreí con los ojos cerrados.

—Tienes una araña en la frente.

Abrí los ojos asustado y de inmediato vi a Ethan sostener algo en su puño. Lo cuidaba en cierta manera.

—¿Cómo tocas esa cosa? —. Me senté para mirarlo alejarse con el insecto entre sus manos.

—Con cuidado... —. Murmuró al acercarse a una hoja.

Sentí escalofríos cuando lo vi soltar a la pequeña araña en una de las hojas de un arbusto. Milagrosamente, aquella cosa no lo mordió y sólo se fue cuando Ethan la soltó.

—Es inofensiva —me miró cuando se sentó a mi lado—, tranquilo. No volverá a molestarte.

—No me gustan los insectos —negué. Aún sentía escalofríos—. Creo que son de las cosas que menos tolero.

—Estabas recostado en el pasto, podía subirse cualquier insecto —. Sonrió.

—Tenía confianza en que no lo hicieran —. Me recosté de nuevo.

Cerré mis ojos y negué con la cabeza.

—¿Por qué estás aquí?

—Es que hace tiempo que no tomo una siesta bajo la sombra de un árbol. Es la cosa más exquisita que hay en la vida —sonreí de nuevo. Era cierto que disfrutaba de esto—. Solía hacerlo a menudo cuando era joven, pero crecí y creo que también dejé de lado estos placeres cuando me convertí en el señor Baker.

—¿Crecer ya no es tan divertido, eh? —. Usó aquel tono burlón. Al menos ya tenía más confianza conmigo.

—Claro que no —reí y lo miré—, extraño los tiempos en los que creía que a los veinte sería el deportista más increíble de la historia.

—¿Por qué no? —se encogió de hombros—, aún puedes hacerlo.

—Yo sé que no, técnicamente un deportista se considera viejo a los treinta y yo ni siquiera he entrenado como alguno —me encogí de hombros—, además, ya ni siquiera sé si podría aguantar el ritmo de un equipo.

—¿Qué deporte te gusta practicar?

Ethan se recostó a mi lado y ambos miramos al cielo.

—Estuve en el pentatlón cuando era niño, así que todos los deportes me gustaban, aunque era muy bueno en el voleibol —estiré mis brazos al cielo—, solía saltar muy alto. Jade era mi sub capitán en la preparatoria y ambos éramos los mejores.

—Suena a que fue divertido.

—Lo fue hasta que me lesioné y tuve que dejarlo. Después de eso, no hice deporte de nuevo —. Murmuré y bajé mis brazos—. No es que ya no quisiera hacerlo, pero pasaron muchas cosas y no fui capaz de seguir adelante.

—Jamás es tarde para empezar de nuevo.

—Lo sé —. Sonreí y lo miré.

Ethan tenía los ojos cerrados y sonrió de inmediato cuando supo que lo miraba.

—¿Qué es lo que ves?

—Nada —. Dije girando mi cabeza para mirar de nuevo el cielo azul. Tenía el mismo color que sus ojos.

—Apuesto lo que quieras a que veremos una nube en forma de dragón —. Abrió sus ojos y estiró sus manos al cielo—. Con la abuela de Yang, me gustaba sentarme en el porche de la casa mirando al cielo en busca de nubes extrañas. Imaginaba que en un punto se podían mover como yo quisiera.

De Los Días Que Te Amé © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora