Capítulo Trece: Descanso

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Reese

Me desperté en cuanto mi alarma sonó de nuevo y rápidamente la apagué.
Me puse de pie todavía dormido y me acerqué a la cama de Ethan para quitarle el paño de la frente. Ya no tenía fiebre por lo que podía dejar de ponerle esas cosas. Además, se veía más tranquilo desde que se quedó dormido.

Ahora que había paz y silencio entre los dos me sentía en calma también.

Toda la noche me la pasé cuidando de Ethan, procurando que no empeorara la fiebre y tampoco el resfriado. Había llenado todo un cesto de papeles debido a que se la había pasado estornudando y tratando de respirar a pesar de su congestión, sin embargo, había hecho algunas vaporizaciones con él y ya había logrado respirar hasta quedarse dormido.

Ya estaba fuera de peligro.

Volví a sentarme en el sofá que estaba a lado de la ventana y me cubrí con la manta que Ethan me había dado, olía a él, así que inspiré profundo antes de intentar dormir de nuevo. Era de madrugada y pasaría un tiempo antes de despertar a Ethan de nuevo para que tomara su medicina.

Desde mi lugar, me atreví a mirarlo. Estaba tan tranquilo que no pude evitar sonreír al verlo así, parecía que dormía tan bien sólo por el hecho de que era cuidado, aunque él no sabía que en realidad era querido.
Es curioso. No imaginé que después de tanto tiempo volviera a sentir afecto por otra persona, es decir, mis sentimientos no habían sido tan fuertes desde hace mucho tiempo. Hoy me encontraba cuidando de Ethan, pasando la noche en vela a su lado mientras me aseguraba de que nada le hiciera daño.

Sabía que no era amor, sin embargo, tenía un gran potencial de serlo.

No estaba seguro de a dónde es que me iba a conducir todo esto, tampoco si Ethan tenía problema alguno con ello, sin embargo, iba a poner todo mi esfuerzo en hacer que su corazón latiera con fuerza como el mío.
Quizá hay cosas que no conozco de él y él de mí tampoco, pero quería ser abierto, mostrarle quién soy realmente y esperar que eso fuera suficiente.

Ahora, éramos amigos, después, bueno, después sería otra historia.

—Buenas noches, Yang Yang —. Murmuré cuando vi al curioso cachorro mirarme aún con la cabeza recargada en los pies de su amo.

(...)

—Buenos días —sonreí cuando me senté en la cama y vi a Ethan abrir los ojos lentamente—, ¿Cómo te sientes?

—Del uno al diez, un ocho —. Murmuró y cerró sus ojos de nuevo—. ¿Dormiste bien?

—Tu sofá es muy cómodo —. Asentí serví un vaso de agua—. Debes tomar tu medicina.

—Ya voy...

Se sentó en la cama y antes de verlo venir, puso su mirada en mis muñecas cuando le extendí el vaso. Me había arremangado la camisa y eso había dejado al descubierto las marcas.

—No son bonitas, lo sé. Pero me recuerdan lo estúpida que puede ser una persona —negué con las cabeza. No quería explicarle la razón de por qué estaban allí, no ahora—. Anda, tienes que beber.

Él asintió.

Tomó la pastilla y bebió en silencio. No era incómodo verlo, tampoco que él me mirara; creo que ambos ya habíamos pasado esa incomodidad que generaban los silencios. Ahora era casi natural.

—Sabe horrible —hizo una mueca—, jamás me han gustado las pastillas.

—Espero que no tomes muchas en tu vida —. Reí en voz baja y vi a Yang Yang acercarse a nosotros para recibir mimos de los dos.

De Los Días Que Te Amé © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora