Capítulo Seis: Quiero Descubrirte

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Reese

La noche comenzaba a caer mientras yo miraba por la ventana de mi habitación hacia la ciudad.

—Imposible... —. Murmuré mientras jugaba con una moneda entre mis dedos.

Lila se había marchado hace unas horas de vuelta a Mónaco en donde su futuro esposo la estaría esperando. Parecía que era verdad que ella estaba lista para casarse y empezar una vida donde tuviera una familia propia.
Lo cierto es que no me la imaginaba cuidando de un bebé. Desde que la conocí, sabía que ella odiaba a los bebés, sólo podía tolerar unas escasas horas con ellos, nunca pudo imaginarse teniendo un hijo a pesar de que sus padres le habían dicho que querían nietos. Siempre se negaba o se quejaba de ellos. Ahora era gracioso creer que el amor le había hecho cambiar de opinión.

Después de la comida, no mencionamos más a Ethan y nos enfocamos en poner las cosas entre nosotros como eran antes. La acompañé a hacer algunas compras y puse toda mi atención en ella, pasando el rato mientras me hablaba de aquel hombre que la estaba haciendo feliz. Yo me sentía orgulloso de saberla enamorada después de mucho tiempo.
Hacía bastante tiempo desde que la veía sonreír genuinamente, igual que cuando éramos niños; pocas veces la he visto reír desde entonces, pues siempre tuvo que cumplir espectativas altas de sus padres. No era sencillo ser la única hija de una familia adinerada, te hace sentir inseguro y te vuelve sumiso.

Es una suerte que ella ya no sea así.

Me sentía tranquilo y, aunque ahora que estaba solo en casa, no podía sacar de mi mente lo que ella había dicho durante la cena. Alimentó aún más curiosidad.

El único que podría comprobar si mis sospechas eran ciertas, era yo.

Me sentía como un maldito psicópata mientras pensaba en que no podría hacerle algo como eso a una persona que de verdad se mostraba honesta conmigo. Ethan no era un experimento para mí.
Todo lo que tenía que hacer era sacar de mi cabeza la idea de hacerle pasar por pruebas para comprobar lo que mi mente ya sabía con certeza.

Ethan no es Dante.

Lila tenía razón. A pesar de que pueda tener rasgos parecidos, es imposible deducir cómo luciría ahora que somos más grandes que antes; ya no somos iguales a como cuando teníamos dieciocho años y mucho menos podía decir que podría haber una mínima esperanza de que mi amor estuviera con vida.

Tenía que meterme eso en la cabeza.

Rasqué mi cabeza con frustración y tuve que recostarme en mi cama un momento para poner en orden mis ideas. Tenía que dejar de pensar en cosas sin sentido, en especial porque involucraban a un inocente que nada tenía que ver en esta historia llena de caos y secretos.
Ethan había demostrado ser una persona en quien podía confiar y no debía de ponerle una prueba como esa enfrente. No es justo ni sano para nadie.

—¡Agh! —. Gruñí poniendo una almohada en mi cara.

Escuché mi teléfono vibrar y de inmediato lo tomé del buró que estaba a un lado de mi cama.

»¿Todavía planea quitarme a mi Yang?«

Miré el texto, que sobrio.

Me senté en la cama de inmediato y comencé a escribir mi respuesta sin siquiera pensarlo. No tenía que hacerlo cuando se trataba de Ethan.
Él me entendía bien.

»¿Quisiera someterme a una entrevista primero? Debo saber si es prudente hacerme cargo de un cachorro siendo un soltero malhumorado«

Dejé el teléfono sobre la cama y me abracé a mis piernas esperando la respuesta. Parecía un adolescente.

De Los Días Que Te Amé © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora