Capítulo Veintinueve: Familia Rota

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Ike

Llamé a la puerta demasiadas veces durante la noche, pero él no me abrió, ahí fue cuando entendí que no debí haber abierto la boca de nuevo. Ya conocía la respuesta aunque no la razón, así que debí callar, no debí hacerlo enojar y estaba molesto conmigo mismo por no poder detenerme.

Pero ansiaba hacerlo feliz.

Si por mí fuera, yo habría iniciado con el trámite de fertilidad en un santiamén, pero no era fértil. Nací sin serlo.
Quizá antes sentí que era una bendición porque nadie podría hacerme una mala jugada nunca, aunque ahora todo había cambiado. Jade era infeliz y lo sabía.

Notaba las veces en las que miraba la escuela en silencio. Cada mañana pasaba por el mismo lugar antes de ir al trabajo y notaba lo triste que le ponía ver a un padre dejando a su hijo en la puerta, no lo sé, creí que el que fallaba en realidad era yo.
Quizá Jade anhelaba tener un hijo pero se negaba sólo por hacerme feliz a mí, para que no me sintiera mal al saber que nada de él me pertenecería en realidad. Después de todo, sólo puede tener el ADN de uno de nosotros.

Así que entendía su miedo.

—Jade... —lo llamé de nuevo. No me había movido de la puerta en toda la noche—. Por favor, cielo. Abre la puerta y hablemos de nuevo.

Sabía que estaba despierto y escuchando.

—Sé que me escuchas, cielo. Abre la puerta para que podamos hablar, ¿Si?

Podía ver su sombra por debajo de la puerta, él estaba sentado en suelo escuchándome sin hacer ruido.

—Lamento sacar el tema siempre, es sólo que yo no quiero que te quedes sin cumplir uno de tus deseos —murmuré—, y aunque me digas que no, yo sé que lo deseas. También lo hago y te juro que lamento no ser fértil para poder complacerte, de verdad lo siento, daría lo que fuera por serlo y darte algo de mí.

—No lo deseo, Ike, ¿Por qué no lo entiendes?

—Porque te conozco y sé cuando me mientes.

Jade abrió la puerta y yo caí de espaldas. No me había dolido el golpe, sin embargo, sí me sentí mal al ver a Jade tan ausente. Es como si su mirada verde brillante de pronto se tornara en una oscura, realmente estaba dolido conmigo.
Él estaba recargado en la pared mientras me miraba con recelo.

—No sabes cuando lo hago.

—Realmente lo sé —afirmé—, no eres capaz de mirarme a los ojos cuando lo haces. Finges hacerlo pero en realidad no lo haces, simplemente me miras un segundo y después desvías la mirada.

—De verdad... —. Bufó molesto.

—Está bien —suspiré al sentarme de nuevo—, si es lo que quieres, no insistiré más.

Jade ni siquiera me miró.

—Yo sólo quiero que sepas que no importa si tú eres su único padre en sangre, yo lo amaría como mío siempre —quise explicar—, yo te amaría y también a él. Sin importar lo demás.

—No quiero que ames a nadie más, Ike —. Negó con la cabeza y pasó sus manos por su rostro—. Yo te tengo a ti, es lo único que me importa para ser feliz, es todo. No necesito comprobar nada, contigo lo tengo todo.

—Yo sé que no lo necesitas, pero siendo honesto yo quisiera... —. Me callé. No iba a echarlo a perder de nuevo—. Creí que necesitaba decirlo más veces para hacerte entender que si es por mí que te detienes, no debes sentirte mal, yo estaré contigo pase lo que pase.

—Ni siquiera es por ti, Ike. Es por ambos —murmuró—, no quiero a nadie entre tú y yo. No lo deseo.

Asentí mirando la pared frente a mí.

De Los Días Que Te Amé © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora