Capítulo Veintiocho: Amenaza Latente

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Reese

—¿Gusta algo más?

Negué.

—Es todo.

—Perfecto, le traeré su cena en un momento, señor —. El mesero se retiró de mi mesa y pude quedarme solo al fin.

Había pasado la tarde en ese lugar, incluso me quedé dormido por un largo tiempo hasta que el hombre que cuida el lugar me echó, pues no podía quedarme ahí.

No me negué.

Había pasado una buena tarde con Dan, recordando los momentos buenos de la vida, las cosas que me hacen feliz ahora y que nos mantuvo unidos en nuestro tiempo juntos.
Aún recordaba con exactitud cada risa y palabra que él me había dado, sin embargo, hoy no era un día para ponerme triste por ello. Era mi aniversario y debía sentirme contento de saber que él fue feliz y que yo soy amado también.

Todo ha cambiado.

—¿Reese?

Escuché mi nombre y de inmediato levanté mi rostro.

Ante mí, estaba un hombre de cabello castaño y ondulado. Sus ojos oscuros me miraron como si fuera un conocido fantasma que no había visto antes, sin embargo, yo ni siquiera reconocía aquel rostro y voz.

—Disculpe —sonreí tímidamente—, ¿Lo conozco?

—No me sorprende que tan rápido hayas olvidado mi rostro —dijo decepcionado. Su rostro entonces me pareció familiar—. Creí que recordarías a un viejo amigo.

—Tú no eres mi amigo.

Quizá al principio no lo había reconocido, era diferente ahora que había crecido, sin embargo, aún con el tiempo y su nueva estatura, podía ver que seguía estando decepcionado de mí.

—Antes solía serlo.

—Antes estaba cegado por el pasado y el cariño —negué de inmediato—, pero no más. Ni siquiera recuerdo la última vez que te llamé así.

Me puse de pie.

—Te pido que te vayas de aquí.

—Vine a cenar —. Negó con la cabeza—. No puedo irme ahora, tengo amigos esperando por mí.

—Bien. Entonces me iré yo —tomé mis cosas—, no necesito ver tu maldita cara de nuevo. No hoy.

Di un paso al frente decidido a salir de este lugar de una vez por todas.

—Reese, por favor —. Me detuvo.

Cuando puso su mano en mi hombro enfurecí y de inmediato lo aparté de mí. Me daba asco sentirlo cerca.

—No me toques —. Espeté.

Él me miró serio y asintió.

—Sé qué día es hoy y también sé por qué estás aquí, perdóname —negó con la cabeza—, debí apartarme y fingir que no te conocía.

—Mejor aún —lo miré con rencor—, debiste desaparecer de mi vida. Yo ya había olvidado que existías.

Saqué mi billetera y dejé dinero en la mesa. Ni siquiera estaba dejando el monto exacto, pero no me importaba, podían quedarse con el resto de mi dinero. No quería ver a este hombre nunca más.

—Al menos espera a que tu cena esté lista, yo puedo salir y...

—No necesito de tu compasión, Josh —. Gruñí molesto.

Él me miró triste y asintió de nuevo. Josh siempre fue bueno acatando órdenes de los demás.

—Perdóname por molestarte.

De Los Días Que Te Amé © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora