Consolar

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Maximus 

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Maximus 

Tomados de la mano caminamos por el boulevard mientras el sol se ocultaba en el horizonte. Dolly me dijo que había llegado el momento de hablar de verdad, que necesitaba decirme algunas cosas antes de que nuestra relación avanzara mucho más. Yo también tenía que decirle algo, no precisamente sobre las cosas que pasaron en mi vida. Porque sobre mí pasado ya no había nada más que contar, sin embargo quería decirle algo que tenía atascado en la garganta desde que se marchó aquel verano.

Entramos en uno de esos restaurantes que casi nadie visitaba de eso que tienen una vista hermosa al océano y una música de fondo que ya nadie escucha y observe a Dolly con mucha atención. Solo la había visto usar vestido una vez, pero hoy había optado por vestir uno en color rosa pastel que la hacía lucir mucho más hermosa y no pude dejar de admirarla, porque había soñado tantas veces con un momento como este cuando estuvimos separados. Había anhelado aquella intimidad con ella desde el primer momento en que bese sus labios.

—Sentémonos en aquella—dijo señalando una de las mesas más alejadas. Una de las camareras dejo el menú sobre la mesa y me miro sin reparo alguno. Dolly tomo mi mano y la miro de manera intensa.

—Puedes usar el delantal para limpiarte la baba—la chica llevo la mirada a sus pies avergonzada y se alejó de nosotros apresurada— ¿te divierte?—me pregunto alzando una de sus cejas y no pude evitar hacer el siguiente movimiento. La tome del rostro y bese sus labios. Ahora fue ella la que me sonrió.

Nos miramos solo por un segundo y me volví acomodar. Sabía que ella estaba buscando por donde iniciar y yo me encontraba al ansioso. Tenía la certeza de que Dolly tenía cosas oscuras. Su pasado no había sido nada bonito pero ¿quién demonios tenía un pasado intachable? Nadie podría señalarle por lo que haya hecho o no en su vida. Y yo era el menos indicado para juzgarle.

—Supe que hacer en aquella situación, porque padecí el mismo trastorno que esa chica—estrujaba sus manos de manera ansiosa, pero coloque las mías sobre las de ella para calmarle.

—No tienes que decirme nada Dolly, no me importa lo que haya pasado en tu vida—lleve una de mis manos a su rostro y acaricie su mejilla.

—Necesito decírtelo. Quiero comenzar este camino contigo sintiendo que te merezco. No quiero que mañana andemos por ahí y alguien me señale y tú cuestiones por qué—apretó mi mano y me miró fijamente—déjame contarte.

—Yo voy hacer todo lo que te haga feliz Dolly Faster y si eso te da felicidad yo estoy aquí para dártela—Y era que no pretendía nada más.

—Era mala—comenzó —aunque no siempre fue así. Recuerdo que la gente decía que era el némesis de mi hermana y eso me enfadaba—sus ojos se cristalizaron, pero no la interrumpí deje que se desahogara y la escuche con atención. Sabía que con aquello buscaba de manera definitiva cerrar aquel capítulo de su vida.

Pasado

Había sido la gemela rara y a mi mente llegaban todos esos momentos en que mi hermana sobresaltaba y yo me quedaba tras su sombra. Dalia había nacido enferma y recordé una vez que escuche decir a mamá que quizás todo eso era mi culpa, no entendían porque yo estaba totalmente sana y saludable mientras mi hermana tenía que sufrir tanto y así comencé alimentar mi resentimiento.

No recuerdo mi primer tatuaje. Estaba tan borracha y drogada que al día siguiente no recordaba nada. Solo supe lo que había pasado porque mire mi costado y allí estaba aquel tatuaje. Una rosa con muchas espinas con unas gotas de sangre al final y también esa misma mañana descubrí que había perdido mi virginidad. No me estaba reservando para nadie o para el matrimonio, ni siquiera lo había pensado. No era la mojigata puritana de la que el quarterback se iba a enamorar ni mucho menos, pero era perturbador no recordar con quien había pasado.

Y así me convertí en la zorra Faster. Cambie mi forma de vestir, comportarme y comencé a marcar la distancia con mi familia. No podía recordar la última vez que acompañe a mi hermana a una de sus consultas médicas y era de vital importancia que lo hiciera y que me mantuviera sana, porque era quizás la única posibilidad que había de salvarle la vida, pero no lo hice. Porque ya me había comenzado a corromper por dentro.

Una lagrima se deslizo por su mejilla y respiro profundo.

En la primera prueba que me hizo el doctor se alarmo. El nivel de alcohol en mi sangre era demasiado elevado y eso desato la ira de mis padres. Aquel día luego de llegar del hospital salí sin intenciones de regresar y recuerdo el rostro de mi hermana mirando a través de la ventana. Tenía la muerte dibujada en el rostro, pero estaba tan enojada y metida en mi mierda que no pude pensar con claridad. No pude darme cuenta de que mi hermana estaba muriendo poco a poco.

Zorra, puta, maldita, perdida. Eran algunas de las palabras que usaban para describirme en la escuela aparte de la palabra abusiva. Porque muchas veces llegue a descargar mi ira contra el más débil y ya mi hermana ni siquiera se me acercaba tampoco era que por aquel entonces me importara. Llegue a un extremo que cuando Dalia tuvo sus recaídas ni siquiera la visitaba al hospital, prefería irme de fiesta o acostarme con cualquiera antes de tener que lidiar con mi familia. Había usado aquello como escudo, sin embargo me sentía completamente vacía. Sucia, asquerosa definitivamente una escoria.

Mirarla tan rota me destrozo. Pero tenía la certeza que contarme todo aquello la liberaba. Aligeraba realmente su carga.

Entonces un día de la nada sentí un fuerte dolor en el pecho. Se sintió como si algo filoso me lo estuviera traspasando y mi hermana llego a mi mente. Corrí prácticamente a casa y encontré a mi madre llorando sobre el sofá. El doctor Martínez salía de la habitación de Dalia y en aquel momento me miro con tanta tristeza que sentí un extraño frio en el estómago. Nunca olvidare sus palabras.

—Aunque hubieses estado limpia eso no iba a cambiar nada. Para tu hermana no hay marcha atrás.

Sobre la mesa en su lugar había un charco de lágrimas, trate de limpiar su rostro y esta me sonrió con tristeza.

—Sabes, aquella fue la primera vez que desee ser yo la que estuviera enferma y no mi hermana—Con aquellas palabras descubrí que teníamos más cosas en común de las que pensaba. Yo también desee muchas veces haber estado enfermo y no mi hermana.

—No tienes que decir nada más mi amor, mi pequeña—Dolly se puso de pie y camino hacia mi lugar. Se sentó sobre mis piernas y dejo un beso sobre mis labios. Uno lleno de tanto dolor, uno que reflejaba toda la tristeza que ella llevaba por dentro.

—Le deje sola Maximus—dijo con la voz quebrada—deje sola a mi otra mitad, la deje perderse en aquella oscuridad y no pude ser luz para ella. Dalia me amaba y me odio todos los días por nunca haberle dicho cuanto yo la amaba—la abrace con fuerza y la deje sollozar sobre mi hombro, porque sabía que lo necesitaba. Mi amor necesitaba que la consolara.

El mismo cielo✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora