Capítulo II

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El Dr. Russo se levanta y extiende su mano para ayudarme a poner de pie, se la recibo y en cuanto me levanto siento un fuerte dolor en el tobillo que me hace perder el equilibrio y termino apoyándome del pecho del doctor, quien me mira con semblante preocupado.
Sin decir una palabra baja hasta mi tobillo y pasa sus dedos con delicadeza mientras va haciendo una leve presión en el área afectada.

— ¡Auch! —se me escapa un quejido.

— Lo siento—deja de ver mi pie para enfocarse en mis ojos— este torcido, tengo que revisarlo e inmovilizarlo.

— ¡No! —grito y se me queda viendo extrañado—maldición ¿Qué hora es? Tenía que estar en la sala 4 a las ocho— veo mi celular y siento que me dará un paro cardíaco, diez llamadas perdidas de mi jefe, son casi las diez de la mañana.

Esto será un despido seguro. Trato de afincar el pie y un dolor me recorre todo el cuerpo, me sostengo esta vez de la pared del ascensor, del cual no entiendo porque no he salido, podría caer en cualquier momento.

— No sé qué tan importante era tu reunión, pero con ese tobillo torcido no llegaras muy lejos. —odio aceptarlo, pero tiene razón.

Se acerca peligrosamente a mí, mi cuerpo solo espera el contacto. Pero se detiene.

— Te ayudaré a salir ¿estás de acuerdo? —asiento, y pone su mano en mi cintura, paso mi mano derecha por su cuello y me sostengo en él mientras avanzo sin apoyar mi pie izquierdo.

Por fin salimos del endemoniado ascensor. Mi teléfono comienza a vibrar, es mi jefe, quien no es conocido precisamente por su buen humor y habilidades blandas, nos detenemos, no me suelta, pero me hace señas que puedo contestar. No sabe que lo último que quiero hacer es recibir esa llamada.

No puedo postergar lo inevitable, respiro profundo y contesto.

— Alberto, deja que te explique -inicio hablando.

— ¡Que me expliques qué Bianca! ¡como acabamos de perder el proyecto más grande de remodelación! Sabía que tu ineptitud nos pesaría en algún momento, pero no pensé que fuera de la manera más estúpida posible. — respiro profundo aguantando las lágrimas, el Dr. Me mira con el ceño fruncido. Es obvio que los gritos traspasan el teléfono.

— Deja que te explique, llegue a tiempo a la clínica solo que ocurrió un accidente-trato de contarle, pero me interrumpe.

— ¡Calla! No quiero escuchar tus excusas, nos has hecho perder mucho dinero. ¡estás despedida! Ni siquiera te molestes en venir por tus cosas. —cuelga. Y el nudo en la garganta se incrementa.

— Es un idiota-me sorprende el comentario del doctor — vamos te llevare a una camilla para revisarte.

A duras penas llego a la habitación, donde me recuesto en una camilla, el doctor no ha dicho nada más.

— Te quitaré el tacón- avisa y lo saca lentamente, el dolor es punzante, pero me aguanto. —¿Bianca no?

— Si—me ruborizo ante el hecho que escucho todos los insultos de mi jefe.

— Como lo sospeché, esta torcido, necesito moverlo para que se alinee, dolerá un poco ¿preparada? —niego con la cabeza, me sonríe y antes de decir algo me mueve el pie, haciéndome soltar un grito de dolor que tapo con mi mano.

— No estaba lista—lo miro con odio.

— Es mejor así- tiene una mirada pícara, pero no me coquetea, es como parte de su personalidad.

— ¿Y cuál es su nombre? — cambio el tema, mientras me venda el pie.

— Emiliano Russo, un placer—me extiende su mano y la recibo.

— Bianca Hoffman— le sonrió- gracias por no dejar que muriera en el ascensor.

— No fue nada—siento la necesidad tonta de contarle a que venía, y aclara que no soy ninguna inepta como dice mi exjefe.

— Se suponía venía a cerrar un trato de remodelación de la Clínica, trabajo para MRD (Modern and Renewable Design) vengo trabajando meses en el rediseño renovable de la Clínica— suspiro.

— ¿Eres la arquitecta? Había oído de ti. —me sonrojo.

— ¿Y que han dicho? — me mira y vuelve a mi pie.

— Principalmente, que eres muy bella y el trabajo que presentaste para reestructurar el lugar es increíble.

— Creo que hay algo más que no me dices. — se coloca frente a mí.

— No vale la pena repetir las tonterías que dicen. - ya se por dónde va el tema.

— Quiero saber—me pongo sería.

— Al parecer te pones muy nerviosa exponiendo el proyecto, y lo notaron, es lo único que diré.

Siempre me pasa lo mismo, puedo crear los diseños más impresionantes e innovadores, pero cuando me toca presentarlos frente a un sin fin de personas que me miran esperando que me equivoque, entro en pánico, tartamudeo, sudor frío y me dan unas ganas despiadadas de vomitar. Por lo general eso hace que no presente los proyectos, y que el resto se lleve el crédito que es mío, por eso le pedí a mi jefe, exjefe, la oportunidad de presentar este proyecto. Y por eso ahora estoy despedida.

— Es normal ponerse nervioso- me alienta Emiliano.

— Lo que no es normal es parecer que vas a vomitarles a los gerentes, o no llegar a una reunión de cierre. — pongo los ojos en blanco, estoy furiosa conmigo misma.

— ¿En tu proyecto remodelarías los ascensores? —sonríe pícaramente.

— Era lo primero que iba a cambiar.

— Pues hablaré con la directiva, no quiero seguir sufriendo de caídas matutinas en el ascensor.

— ¿Crees que te escucharan? - siento un destello de esperanza.

— Claro que lo harán- dice, y es la primera vez que lo veo siendo deliberadamente arrogante. Y se ve extremadamente sexy.

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora