Capítulo XLV

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Emiliano Russo

¿Cómo es posible que te extrañe tanto Bianca Hoffman? No pasa ni un día en que no estés metida en mi cabeza, torturandome con tu sonrisa, y la manía que tienes de lamer tus labios cuando estas nerviosa.
¿Cómo saco de mi cabeza esos enormes ojos verdes? Y esa piel canela que tanto me mata.

—¿Estás aquí?—pregunta Jennifer al separar sus labios de los míos.

—Si—contesto con fastidio, desde que cruzo la puerta me arrepentí de haberla llamado.

—Pobre doctor, debe estar muy cansado —dice en tono sensual, me levanta la camisa para sacarla, luego me arroja a la cama y se monta encima de mi—lo voy a relajar.

Comienza a besarme por el cuello y va bajando por mi pecho, mientras con sus manos desabrocha mi pantalón, continúa besándome por el abdomen hasta llegar al inicio del pantalón, el cual baja en un movimiento.

La detengo antes de que empiece a prácticarme sexo oral.

—Estoy muy cansado Jennifer, creo que lo mejor es que te vayas—la aparto y me subo el pantalón.

—¿Acaso te embrujo esa mujer?—especta con ira—desde que apareció casi no me llamas, además tenía más de dos meses que no sabía de ti, y ahora me haces esto. Por esa don nadie.

—Te pediré un Uber, y te agradeceré que no hables así de ella, mejor ni siquiera la nombres—suelto molesto.

—¡No me vuelvas a llamar!—grita y toma su ropa del suelo para salir hecha furia de la habitación.

Maldita sea Bianca, ¿será que si me embrujaste? ¿Por qué no puedo estar con nadie sin que te aparezcas en mi cabeza? Me estás volviendo loco, y lo peor es que desapareciste totalmente de mi vida, ni una llamada, ni una Tregua, nada, solo dejaste un vacío que no logro llenar con nada ni nadie.

No puedo seguir pensando como un idiota en ella. Tomo mi chaqueta y salgo del departamento a un bar cercano.

—Un tequila doble—le pido al bartender luego de sentarme en la barra.

<<¿Y si la busco?
No, ¡debo dejar de pensar solo en mi!>>

Me bebo de un trago el tequila y dejo que queme mi garganta antes de chupar el limón.

—Otro por favor —le pido al hombre detrás de la barra.

—¿Matando las penas?—me saluda Alejandro y se sienta a mi lado—Me das un cuba libre por favor.

—Pensé que no vendrías—admito sin ánimos.

—Como iba a dejar a mi amigo despechado—se burla y le da un sorbo a su trago.

—No estoy despechado, solo quería salir por un trago—me excuso.

—Si claro, ambos sabemos porque estas así.

—No es por ella—miento y suelta un bufido—¿han hablado?

—Sabes que no puedo hablarte de ella, existe la confidencialidad y es algo que respeto demasiado.

—No quiero que me digas de que han hablado, solo si la has visto, si esta bien.

—¿Por qué no la llamas? Si tanto te interesa su bienestar—me la devuelve y me deja expuesto.

—Sabes que no puedo.

—¡De verdad que no te entiendo Emiliano! Es ella la que vivió un trauma en su niñez, y tú te comportas como si el herido fueses tú —suelta molesto— ¿Por qué te resiste a amarla? Voy a tener que hacerte regresiones para ver que diablos pasa por tu mente.

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora