Capítulo XXX

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El dolor intenso de cabeza me despierta, abro los ojos y tardo unos segundo en recordar que estoy en la cama de Emiliano, que vine anoche y que ahora sabe mi secreto.

<<¿¡Cómo se atrevió papá a contarle!?>>

Me levanto y voy al baño, no hay señal de Emiliano por ningún lado, solo me lavo la cara, ya que no traje mi cepillo de dientes, voy a tener que considerar seriamente dejar uno aquí, dado que se está volviendo costumbre que me quede a dormir en esta casa.

Voy al living por mi bolso y me topo de frente con Emiliano. Tiene dos tazas de café en las manos.

—Buenos días borrachita—se burla y me pasa la taza—Recuérdame por favor pasar por tu casa y quemar todas las botellas de tequila que tengas.

—No hay que exagerar mi querido doctor —bromeo y le doy un sorbo al café.

—Ven, debes meterle algo de alimento a ese estómago—me guía a la mesa, y ya tiene todo un menú de cosas ricas que me despiertan el hambre, hasta me compro mis donas rellenas favoritas.

—Vamos a tener que hacer pijamadas más seguido—sugiero y me sonríe.

—Cuando quieras.

Terminamos de comer y mientras recogemos, comienza a sonar mi teléfono, es John.
No se que cara habré puesto, que Emiliano me mira enojado.

—¿Es él?—dice entre dientes.

—Si—lo escucho gruñir.

Me alejo un poco y atiendo.

—Bianca.

—¿¡Como se te ocurre llamarme después de lo que pasó!?—le grito—no me llames, no me busques y ruégale a Dios que no te cruce en mi camino, porque te juro que vas a conocer el dolor.—amenazo, y siento la mirada de Emiliano tras de mi, al voltear me sonríe y sube los pulgares en señal de aprobación.

—Yo quiero disculparme, me porte como un idiota.

—¿Si? No me digas— suelto con sarcasmo— estas advertido.

—Bianca escúchame por favor, no quiero que las cosas terminen así, además no quiero tener problemas con Emiliano.

—¿Con Emiliano? Eso es otra cosa por la que me tienes que agradecer, porque si no fuese por mi, ese hombre ya te hubiese cortado la cabeza.

Le cuelgo y bloqueo de inmediato su número.

—Esa es mi chica—dice, extiende los cinco y chocamos las manos.

Nos sentamos en el sofá y siento la mirada de Emiliano, se que tenemos una conversación pendiente, pero no quiero tenerla.

—¿Me dejas examinar tus pies?—asiento, y subo mis piernas encima de su regazo, coloco mis manos sobre la camisa cubriéndome para que no se me vean las bragas.

Sujeta mi pie con delicadeza y retira las curitas que me había puesto, pasaban más desapercibida que las vendas que tenía en primer lugar, no quería que John notará mis heridas.

Aparta mis pies y se levanta, noto una mancha de sangre en su camisa.

—Estas sangrado—señaló su camisa.

—Estoy bien, una mujer intento abusar sexualmente de mi, y se me lanzó encima—bromea y aprieto los labios para evitar reir.

—Deja que te cure, es lo mínimo que puedo hacer.

—Esta bien, pero primero deja que yo te cure a ti.

Abandona el lugar y cuando vuelve tiene un maletín de primeros auxilios en la mano. Vuelve a sentarse y coloca mis piernas sobre las suyas.

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora