Emiliano Russo
Me pone de mal humor hacer trabajo administrativo, con todo lo que ha pasado no he tenido tiempo de avanzar con los temas de la clínica. Por lo menos logré que Bianca se durmiera, aún cuando insistía en irse a su departamento, pude hacer que se acostara en mi cama, por encima podía ver lo cansada que estaba, pero su sistema de defensa trataba de hacer de cuenta que nada pasó, y buscaba engañarme diciéndome que estaba bien, pero en su mirada podía detectar todo el dolor que escondía, y me mata no poder hacer nada para aliviar sus heridas y curar su corazón.
Veo por debajo de la puerta que encendió la luz de la habitación, me levanto y le toco la puerta.
—¿Bianca esta todo bien?—pregunto desde la puerta. No contesta y toco con más fuerza, de nuevo nada, tomo la manilla para abrir la puerta, pero esta con llave.
<<Maldición Bianca qué estas haciendo>>
Me separo un poco de la puerta y la pateo con fuerza, rompiendo la cerradura y abriéndose esta de golpe.
Al entrar esta Bianca de pie sujetando uno de los bisturí que tengo en la caja de primeros auxilios.Ella me mira con sus enormes ojos verdes, rojos de tanto llorar, no se mueve y sujeta con fuerza el bisturí, me acerco poco a poco a ella.
—Dámelo Bianca —pido avanzando hacia ella, mientras que ella niega con la cabeza y retrocede.
—Lo necesito—musita y lo lleva a su muslo descubierto—solo un corte, me ayudara con el dolor.
—No—doy otro paso hacia ella con las manos arribas, los bisturí son instrumentos quirúrgicos muy peligrosos, su filo puede cortar la piel con extrema facilidad—dámelo antes que ocurra un accidente—niega con la cabeza y da otro paso hacia atrás chocando con la ventana de la habitación.
—Aléjate Emiliano—exige elevando el tono de voz.
—No hasta que me lo entregues—estoy cerca, pero debo ser cuidadoso, un movimiento en falso y puede lastimarse o propiciarme una herida de gravedad—preciosa deja que te ayude—busco mediar con ella, mientras me coloco de frente, no se mueve su mirada está fija en mis ojos, llevo una de mis manos a su cuello y la acaricio con el pulgar—todo estará bien—la tranquilizo, entre tanto, con lentitud acercó mi mano a la que tiene el bisturí y la sujeto, cuando se da cuenta trata de zafarse, entonces aprieto el agarre y presiono sus dedos para hacer que suelte el instrumento. Este cae al suelo y Bianca arremete contra mi empujándome para poder tomarlo nuevo, la rodeo con mis brazos y la inmovilizo sujetándola por la espalda, pegándola a mi pecho mientras lucha para liberarse.
—¡Suéltame!—grita—¡esta es mi puta vida! No necesito que me cuides—vocifera arrojando golpes, uno de ellos me da en la herida que tengo en el abdomen, es bastante fuerte así que tengo que sujetarla con más firmeza.
—¡No hasta que te calmes!—digo subiendo el tono de voz.
—¿¡Qué te importa lo que yo haga!? Tú no eres nada mío, no eres mi familia ¡no eres nadie!—grita con ira—¡En que te afecta a ti qué yo me corte!
—¡Me importas tú!—grito finalmente y deja de luchar. Puedo sentir subir y bajar su pecho con rapidez.
—Suéltame por favor—murmura en un hilo de voz apenas perceptible.
—No dejaré que te hagas daño—digo con voz suave.
Recuesta su cabeza en mi pecho, y voltea para que sus ojos se encuentren con los míos.
Dicen que los ojos son el espejo del alma, siempre me pareció la frase más estúpida que había escuchado, pero hoy, en este preciso instante, puedo ver en el profundo verde de sus ojos, su alma, fragmentada en mil pedazos y apunto de desmoronarse.
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Déjame Enseñarte
RomansLa sensación de tenerlo frente a mí, tan imponente, tan dominante y con una belleza que solo había visto en películas y en mi imaginación; con esos ojos azules que me cautivan y esa mirada que viene con carteles de advertencia: este hombre es peligr...