Lamo mi labio inferior y puedo saborear la sangre que emerge de la herida propiciada por aquel sujeto, tengo un torbellino de emociones en mi interior que amenazan con salir a flote y llevarse todo lo que este a mi paso, giro la cabeza y mi mirada va automáticamente al conductor del Porsche 911, quien ha manejado en silencio desde que salimos del estacionamiento de la clínica, a cada tanto voltea a verme para asegurarse que no me vaya a desmoronar, y se que no tiene sentido, pero aborrezco profundamente que me mire así, me he esforzado tanto para ser una mujer fuerte, que no permite ser intimidada jamás por un hombre y mucho menos manoseada sin su consentimiento; tiemblo por la rabia, tengo ganas de vomitar y una ira recorre todo mi cuerpo, quiero golpear, gritar, llorar, pero me contengo.Emiliano disminuye la velocidad, y entramos al estacionamiento de un edificio inmenso, con una estructura moderna y una decoración al estilo europeo, bajamos hasta el piso -2, se estaciona en reversa y apaga el motor del auto, pero no se baja, en cambio voltea a verme, siento como su mirada me examina, me resisto a mirarlo, pero al final giro la cabeza para encontrarme con esos enormes ojos azules.
—No quiero que me compadezcas—digo con amargura. Y me sorprende ver como su labio se curva hacia arriba en una leve sonrisa.
— No lo hago, ¿Por qué lo haría? Por el contrario estoy asombrado.
No me esperaba esa reacción, generalmente los hombres nos ven con chicas indefensas que hay que salvar, y con lo que pasó hoy, pensé que así me vería él.
— Manejaste la situación con total calma, y bueno para que mentirte, esa manera de desarmar a alguien—hace una pausa y niega con la cabeza—fue impresionante.
Sin querer me saca una sonrisa, y me siento un poco mejor. Bajamos del auto y me guía al ascensor, se abren las puertas y me toma de la mano para que entremos, no me resisto, se podría decir que los ascensores son mi debilidad, y él ya lo sabe.
Se cierran las puertas y marca el piso 19, nunca entenderé porque a las personas les gusta tanto estar tan separadas de la tierra; cierro los ojos y respiro profundo, el contacto con Emiliano me tranquiliza. Me siento segura.
Abre la puerta con un identificador de huella dactilar, al entrar se encienden las luces automáticamente, y puedo detallar el enorme espacio frente a mi, decorado al estilo nórdico, un sofá gris claro de cinco puestos es la pieza central del living, frente a este, se encuentra una televisión de 60 pulgadas ajustada a la pared, debajo una chimenea eléctrica que muestra una imagen muy realista de leña quemándose; la luz de sol se cuela por los enormes ventanales del lugar, me acerco para poder apreciar como se asoma el sol por los edificios del este. Siento una mano sobre mi hombro y me tenso, aún estoy a la defensiva.
— ¿Tienes hambre?
— No—conteste con sinceridad, lo menos en lo que estaba pensando en este momento era en comer.
— Deberías comer algo—volteo poniendo frente a él.
—Quisiera bañarme—informo y me sonríe.
—Bien, te muestro el baño —me guía a su habitación—en este estarás más cómoda.
Tenía los mismos colores, blanco y gris, como el resto del departamento, era un baño espacioso, con dos lavabos empotrados, una tina con hidromasajes y una ducha aparte.
—Te recomiendo la tina—dice y puedo ver como se le dibujaba una media sonrisa— espera un momento —dice y sale del baño, luego vuelve con una camisa de algodón negra y un pantalón también de algodón —es para que estés más cómoda. —me extendiende la ropa y se la recibo. Luego sale del baño y cierra la puerta tras de él.
ESTÁS LEYENDO
Déjame Enseñarte
RomansaLa sensación de tenerlo frente a mí, tan imponente, tan dominante y con una belleza que solo había visto en películas y en mi imaginación; con esos ojos azules que me cautivan y esa mirada que viene con carteles de advertencia: este hombre es peligr...