Capitulo IV

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<<!Malditas muletas! no veo la hora de deshacerme de ustedes>>

El Dr. ojos encantadores, casi me fusila cuando me vio llegar a la clínica el día después del incidente, ya no era tan amable, ha comenzado a mostrar su verdadera cara,  arrogante y de Sr. todopoderoso.

***

— !A tu casa ahora!— dice molesto, luego de casi quince minutos de discusión.

— Pero doctor... recién me recontrataron, ¡cómo me pide que me quede en casa!— comienzo a perder los estribos yo también.

— Bianca no lo quiero repetir— y así concluyen las formalidades.— estarás de licencia quince días. Pasado ese tiempo, vienes directo a mi consultorio.— resoplo enfadada.

—No se si se lo han dicho doctor—me acerco con mis muletas—  ¡usted es insoportable!— me doy la vuelta y me alejo dramáticamente, solo un par de pasos hasta llegar al ascensor... <<maldición>>

Así es como se arruina una retirada perfecta. volteo a verlo y sonríe negando con la cabeza.

—¡Espero llegues bien abajo!— Se burla y lo miro con odio, por supuesto entro al ascensor con toda seguridad y sin mostrar ni un mínimo destello de miedo.  Lo veo mientras se cierran las puertas, sigue sonriendo con picardía, odio que sea tan exageradamente sexy. en cuanto se cierran las puertas empiezo a rezar <<Por favor Diosito ten piedad de mi, que no se caiga esto>>

***

Desde ese día hemos hablado un par de veces por teléfono, no se como consiguió mi número,  tal vez era un psicópata acosador, que en un mínimo descuido me picaría en pedacitos y me arrojaría en bolsas al mar...  Realmente es poco probable, los psicópatas de las historias no suelen ser tan guapos. 

Me coloco el abrigo y la bufanda y espero en recepción que llegue mi Uber, ya quiero que me quiten estas vendas, es una batalla vestirme, por lo menos ya no siento dolor, eso debe ser un buen indicio.

Aun cuando yo no estaba presente, el proyecto de remodelación inicio, casi todas las coordinaciones las realizaba con la contratista por videollamada, fue un poco estresante al principio, pero luego ya nos fuimos alineando. Como lo prometí, lo primero fue reparar los ascensores, en estos momentos están casi todos fuera de servicio,  excepto el perpetuador de mi lesión, que  por cosas del destino, no se pudo cambiar de primero, así que fue reparado para que pudiese ser ocupado con tranquilidad por las personas sin el riesgo de morir en el intento. 

Lo veo con odio, llevo casi media hora para frente a el, sin atreverme a subir, mi consulta con Emiliano era hace diez minutos,  espero no haya  notado mi retraso.

—¿Subirás algún día?— es la voz de Emiliano detrás de mi. 

— A eso iba— me hago la desentendida.

Llega el ascensor, y bloquea la puerta dándome paso para que suba, nuevamente me hago la fuerte. Él sube también y marca el piso quince, no hablamos, yo me concentro en no desmayarme y el esta viendo su teléfono.

Cuando entramos al consultorio, me subo a la camilla, mientras el doctor se me queda mirando, como esperando algo, pasan unos segundos antes de notarlo <<¡que idiota soy! debí ponerme un vestido o un pantalón ancho>> me señala el baño y me ayuda a bajar —¿quieres que llame una enfermera para que te ayude?

—No— digo en seco, me pasa una bata azul para colocarme, me trago mi dignidad y salgo apoyándome en las muletas, por supuesto, como todas las batas de hospitales, esta tiene una abertura en la parte que da a mi espalda, dejando al descubierto las bragas de encaje negro que me coloque hoy. <<¡No pensé en nada!>>

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora