Capítulo XLVI

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Emiliano Russo

Salgo del quirofano tres, luego de asistir a John en la cirugía de corazón abierto de la sra. Monica, fue un caso difícil de tratar dadas las complicaciones que generó el deterioro tan avanzado del corazón de la paciente, la posibilidad de efectividad de la cirugía era solo de cincuenta por ciento, por ello, John pidió mi ayuda, estuvimos casi seis horas en quirofano realizando el procedimiento, y luego de una minuciosa ejecución logramos realizar el traspaso de corazón con éxito.

Fue un gran logro, mientras me  quitaba la bata y guantes en silencio al lado de John, sentía que era mi deber darle méritos por el gran esfuerzo y dedicación que puso en este caso, nuestra amistad no volvió a ser la misma luego de lo que le hizo a Bianca, pero no puedo mezclar mis temas personales con los laborales.

—John—lo llamo y levanta la mirada hacía mí —gran trabajo allí adentro, le salvaste la vida—extiendo mi mano, él me ve extrañado, hasta que da un paso hacia mi y la estrecha.

—Gracias, pero igual es mi trabajo y es lo que tenía que hacer, gracias a ti por acceder asistirme, te pudiste haber negado.

—No hay nada que agradecer,  puedes contar conmigo siempre que me necesites en el ámbito profesional, que ya no seamos amigos no quiere decir que no pueda apoyarte en el trabajo, eres un gran doctor, y eso es algo que jamás pondría en duda—forza una media sonrisa, y asiente con la cabeza.

—¿Nunca volveremos a ser amigos?—pregunta cuando estoy por salir, me volteo para verlo a la cara.

—Sinceramente no lo sé, por los momentos no, lastimaste a alguien que me importa demasiado, y es algo que aún no puedo olvidar—asiente con la cabeza en señal de que entiende, y me voy.

Entro en el ascensor y marco el piso 17, tengo programadas un par de consultas, que tuve que rodar por la cirugía.

Mi teléfono comienza a sonar, al ver la pantalla, parpadea el nombre de Bianca, siento una punzada en el estómago, habían pasado casi dos meses que no sabía nada de ella, después de ese día que me llamó Elenna acusándome de herirla, y ella ni siquiera quiso hablar conmigo, eso me dolió más de lo que jamás hubiese imaginado.

Cuando contesto se corta la llamada.

<<¿Sera que se equivoco? ¿Debo llamarla de vuelta?>>

Salgo del ascensor y me quedo de pie como un idiota viendo el teléfono, esperando que suene de nuevo, pero nada ocurre.

Camino sin ánimos a mi consultorio, la ilusión de poder escucharla de nuevo se había desvanecido, y eso dolía, pero lo que realmente me estaba quemando por dentro, era que tal vez su adiós esta vez sería para siempre, y maldición eso me estaba aniquilando, ahora que por fin, había aceptado que estaba jodidamente enamorado de ella.

Vibra el teléfono en mi mano y contesto sin pensarlo.

—¿Bianca?

—Morado—murmura y seguido a ello escucho un golpe.

—¡Bianca contéstame maldición!

Estoy demasiado lejos de su oficina como para llegar a tiempo, me mantengo en la línea por si reacciona, mientras que rápidamente llamo a una ambulancia desde el teléfono de mi consultorio para que lleguen a su ubicación, me dicen que estarán allí en ocho minutos, ocho eternos minutos que podrían ser demasiados para apartarla de la muerte.

La presión en mi pecho incrementa, me siento impotente, estando aquí sin poder salvarla.

—¡Liz!—grito y en segundo se asoma—notifica al área de urgencia que cuando llegue Bianca me informen enseguida.

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora