Capítulo XLI

28.1K 1.5K 437
                                    


Nunca había visto a mi doctor tan triste, tampoco había conocido su lado más vulnerable, y es que la medicina es más que un trabajo por el que recibe una remuneración, la vocación que tiene y el cuidado que le dedica a cada uno de sus pacientes es admirable, todos los médicos deberían ser como él.

A simplemente vista se podría pensar que es un hombre frío, de pocas emociones y hasta me atrevería a decir que intimidante, con esa mirada profunda que te obliga a bajar la mirada a los segundo de hacer contacto con ella, su lado rudo es excitante e intrigante, pero su lado tierno, ese que no deja a la vista de cualquiera, es ese, el que me desarma y me hace amarlo con cada fibra de mi ser.

Acaricio su cabello mientras su cabeza reposa en mis piernas, para animarlo accedí a ver una de las películas del Señor de los Anillos que tanto le gusta, pero aún así, puedo sentir su tristeza, su aliento tibio roza la piel desnuda de mi pierna, a cada tanto suspira con fuerza, y mi corazón se comprime, no hay mucho más que pueda hacer, solo estar con él mientras el tiempo borra el dolor.

—¿Tienes hambre cariño?—pregunto mientras deslizó mis dedos por su sedoso cabello castaño. Se gira un poco quedando boca arriba, me sonríe levemente.

—¿Cuantos años llevamos casados?—bromea, sabía que le haría gracia el apodo.

—No lo sé, pero es menos de un año, lo cual es increíble—suspiro.

Increíble o no, es lo que tenemos juntos, menos de un año y pareciera que nos conociéramos desde siempre, como si en otra vida hubiésemos sido almas gemelas destinadas a estar juntas una vida tras otra.

—¿Por qué será que puedo ver lo que estas pensando?—dice al ver que me quede pensativa.

—No te di permiso de leer mi mente Edward Cullen—bromeo y veo una gran interrogante en su rostro.

Resoplo con fuerza.

—¿Quién?—dice finalmente y me hago la indignada.

—¡Esto si es increíble!—mantengo mi postura de indignación —ahora mismo iniciaremos el maratón de la saga de crepúsculo.

—Ni se te ocurra—se levanta de mis piernas y queda sentado al lado mio—no me obligaras a ver esa cursileria.

—¿Qué es lo que acabas de decir? ¿Cursileria?—me subo a horcajadas en sus piernas y le sujeto las manos a los costados de su cuerpo—como te atreves a deshonrar a una de las mejores películas de la vida—suelta a reír a carcajadas y mi pecho se llena de alegría, tengo que morderme el labio para controlarme y no gritarle que lo amo.

—Solo por ti vería semejante tortura—se zafa de mi agarre y pasa sus manos por mi cintura abrazándome, pegándome más a él. Lo imito rodeándolo con mis brazos y reposando mi rostro sobre su cabello.

Nos quedamos así inmóviles, nuestras respiraciones se sincronizan al igual que la primera vez que nos vimos, cuando me pego a su cuerpo y dejo que su respiración y cercanía me llenarán de paz.

—¿Qué más puedo hacer para que te sientas mejor?—hablo en un hilo de voz.

—Qué estés aquí es suficiente—admite y besa mi clavícula haciendo que la piel se me erice al contacto con sus labios—Además, ya me hiciste el desayuno, me ayudaste a arreglar el desastre que hice en la casa, solo falta que me des la comida en la boca y me metas a bañar.

—Podemos empezar con el baño si gustas—bromeo y comienza a olfatear mi cuello.

—Solo si te metes a la ducha conmigo—nos separamos y sus ojos azules se clavan en los míos.

—Buen intento doctor—beso su mejilla y me levanto antes de que encierre en un cuarto oscuro a mi dignidad y me lance a sus brazos.

—¿A dónde vas?—pregunta desde el sofá mientras me dirijo al cuarto.

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora