Capítulo VII

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Suena por tercera vez la alarma del celular. No puedo seguir posponiendola,  el sol está comenzando a salir, pero las nubes impiden que se refleje directamente. Estos días así extraño trabajar desde casa, aún cuando tenga que hacer las odiables videoconferencias.

La imagen de Emiliano viaja a mi mente de golpe. << se quedó a dormir>> salto de la cama y voy directo a tomar una ducha, espero el agua este a una temperatura como para sancochar un pollo y me meto, hoy no tardo mucho, tomo la toalla y me seco rápidamente, limpio el espejo quitando el vapor que se produjo, mi piel está roja por lo caliente que estaba el agua, me suelto el cabello y caen mis largas ondas color castaño. Tomo un pantalón de vestir negro que me llega por encima del ombligo y lo combino con una camisa cuello de tortuga rosa pálido que me queda unos centímetros por encima del pantalón, dejando ver un poco de piel entre mi cintura.

Me tardo aproximadamente cuarenta minutos en estar lista. <<¿Se habrá ido?>>
Respiro profundo y salgo de la habitación.

Huele a café en el pasillo, llego a la cocina, y lo veo con su cabello despeinado sirviendo dos tazas de café.

—Espero no te moleste, pero hice un poco de café — extiende la mano con una de taza. Se la recibo.

—No hay problema. —le doy un sorbo y esta delicioso,  ahora si es definitivo, me puedo casar con este hombre perfecto.

—Me gusta cargado, veo que a ti igual— deja ver una pequeña sonrisa. Y el corazón se me acelera, debo dejar de verlo así. Pero es casi imposible. — ¿Quieres que te lleve a la clínica?

—No te preocupes, iré en mi auto. —asiente y le da un sorbo a su café.

—¿Como dormiste?— vuela a mi cabeza la imagen del doctor sin camisa. Y siento como me sonrojo.

—Bien, caí como piedra.

—Genial.

Terminamos el café y cada uno se va en sus autos.

Llegó a la oficina y me encuentro con la molesta presencia de mi jefe, que en cuanto me ve se acerca a mi.

—Buenos días mi arquitecta favorita.— este algo quiere.

—Buenos días Alberto,  ¿Y eso que estas por acá?—le digo con una sonrisa disimulada para no delatar la molestia que me produce verlo.

—Vine a ver los avances del proyecto—señala la oficina, camino hacia ella—todos están muy contentos con la velocidad y dedicación que le has puesto al proyecto.

—Me alegra—digo mientras tomo mi puesto detrás del escritorio, me ve mal, pero lo ignoro, no pretendo darle poder en mi territorio.

—Estuve hablando con la directiva, y pensamos que es mucha carga para ti sola—<<lo sabia>>

—No lo es, tú mismo has dicho que lo he llevado perfectamente y no hay ni una queja de mi trabajo.—me adelanto a decir.

—Si, pero es mucha carga para una sola persona, así que vendrá a ayudarte Alan— << ya sabía por donde venía esto,  quiere meter en mi proyecto al idiota de su sobrino>> siento un calor subir por mi cuello, por la ira.

—Alberto no considero que sea...

—Bianca, no está en discusión,  debe estar por llegar—aprieto los puños debajo del escritorio —Espero que lo recibas de la mejor manera. —respiro profundo.—¿estamos?—un año más de experiencia y me largo de esta empresa.

—Bien—digo de mala gana.

—Sabía que llegaríamos a un acuerdo —sonrie victorioso.

Se va, y me pongo a trabajar, son casi las once y el inútil de Alan no ha llegado.

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora