Capítulo XII

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Emiliano Russo

Salimos del restaurante satisfechos con la comida, las nubes habían ocultado el sol, y unos pequeños copos de nieve comenzaron a caer, el suelo estaba húmedo y resbaloso, así que tomé a Bianca del brazo, y entrelace su brazo con el mío, ella me miró, luego de unos segundos me sonrió y comienzo a caminar, la cercanía me estaba enloqueciendo, podía oler su perfume a cada que el viento movía su cabello, la observé de reojo y puede detallar un lunar que tenía justo entre la conexión del cuello con el torso, giro y la miro ahora sin disimulo, ella se hace la desentendia, se que puede sentir mis ojos sobre ella, pero no voltea, sigo escaneandola, sus facciones son tan delicadas, su color bronceado la hace resaltar entre todas; por fin, sus ojos verdes se encuentran con los míos, y automáticamente lamo mis labios, ella sonríe y vuelve su mirada al frente. ¿Qué es lo que me atrapa tanto de esta mujer? Solo quiero cargarla en mi hombro, llevarla a casa y hacerla gritar mi nombre.

— Ah, ya veo, ninguna se ha resistido al encanto del doctor.

— Ninguna, hasta ahora.

<<¿Será eso lo que me tiene así? No puede ser, no puedo ser tan narcisista>>

Llegamos y cada uno toma su camino,  me quedo en el área de urgencia, ya que la nevada había causado una serie de accidentes que tenía colapsado al personal, así que cancele las consultas agengadas para hoy, y me dedique a apoyar los casos de emergencias.

Se fue la tarde en un parpadeo, no hemos podido descansar nada, mis residentes están dando su máximo esfuerzo, pero los veo agotados, tiene más de treinta y seis horas trabajando de corrido, por lo que decido relevarlos,  se supone esta semana me tocaba descansar de la guardia nocturna,  pero no me puedo arriesgar a que los chicos comentan algún error por agotamiento.

— Dr. Russo yo me puedo quedar con usted le aseguro que no estoy cansada— dice Carolina con un tono enérgico, sus compañeros le lanzan una mirada de odio, porque saben que si acepto que ella se quede, ellos deben ofrecerse a quedarse también.

— No Carolina, deben ir a descansar,  en este trabajo en importante saber escuchar sus propios cuerpos,  y saber reconocer cuando el agotamiento los sobrepasa—les señaló las ojeras que tienen.

— Pero yo quiero apoyarlo también, usted debe estar igual de cansado—noto el entusiasmo en su voz, es una chica con mucha vocación y que casi no quiere salir de la clínica.

—No—repito—váyanse a sus casas. Los veo mañana temprano.

Carolina pone ojitos tristes pero asiente al igual que todos. Veo el reloj, y parece burlarse de mi, marca las once empunto.
Esta será una noche larga.

Me llega un mensaje de Bianca, pero no puedo revisarlo, tengo en la camilla a una pequeña de cinco años llorando a todo pulmón, tiene una herida de quince centímetros en la parte superior de su pierna derecha, casi puedo ver el blanco del hueso.

—Necesito que preparen un quirofano,  debemos cerrar esa herida y validar que no haya ningún desgarre.

—Enseguida doctor.

Le administro a la pequeña un sedante local para el dolor y trato de distraerla mientras entramos a la cirugía.

—Te llamas Sophia ¿no?—ella asiente mientras le corren por sus mejillas hileras de lágrimas.

—Todo estará bien ¿ok? Ya pronto iras a casa.

— Quiero una paleta—dice con una vocesita angelical. Me acerco a ella.

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora