Capítulo XXXVI

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Emiliano abre la puerta de la cabaña número tres, entró emocionada y me tomó un minuto para detallarla completa, esta hecha toda de madera, excepto la parte de la chimenea, que consta de una estructura a base de piedras que llega hasta el techo, hay un pequeño sofá de tela frente a esta, perfecto para los días de frío, en la esquina, hay una cocina estilo rústico, que se acopla con toda la decoración, deslizó la puerta de madera que une la habitación con el resto de la cabaña, la orientación de la cama da directo al enorme ventanal del cuarto, que entrega una vista perfecta al mar, deslizó la puerta y salgo a la pequeña terraza de madera, la cual tiene un caminito que conduce directo al mar, las cabañas del recinto están bastante alejadas una de la otra, así que es como tener un pedacito de paraíso solo para nosotros.

—Un momento—murmuró en un tono que solo yo escucho — ¿hay una sola cama? ¿Con la vista más perfecta del mundo? ¿Qué planea hacer mi doctor?

Entro a la cabaña y lo encuentro de pie frente a la cama.

—Era la única que quedaba—utiliza sus dones de leer la mente, y responde antes de que yo haga la pregunta. Bajo la mirada y no puedo evitar sonreír—Puedo dormir en el sofá si prefieres.

—No, esta bien—titubeo—no sería la primera vez que durmiesemos juntos—siento mis mejillas arder, y maldigo mentalmente por aún tener esta estúpida sonrisa en mi cara.

—Cámbiate—ordena—saldremos a recorrer la playa—asiento con la cabeza,  ya olvidaba que aún tenía la ropa del trabajo, él sale de la habitación y saco de la maleta el traje de baño negro de dos piezas que escogió mi querido doctor, encima me coloco un short de jean y una camisa de tirantes blanca.

Recorremos la playa tomados de la mano, no hay muchas personas, lo que hace que se disfrute más el paisaje, nos acercamos a una casita donde alquilan tablas de surf y puedo verle por encima la malicia.

—¿Qué haremos?—pregunto haciéndome la tonta.

—¿Imagino que no te da miedo surfear?—responde con otra pregunta y niego con la cabeza. <<Como te conozco>>

—¿Bromeas? Tengo sangre caribeña ¿lo olvidas?—alardeo y voy directo a tomar la tabla de surf que combina perfecto con mi traje de baño—podría decirse que soy como un pez en el mar.

—Eso ya lo veremos sirenita—me reta y toma una tabla, las paga, mientras yo me voy sacando la ropa, me hago una coleta en el pelo para que no me estorbe, me giro al sentir los ojos lujuriosos de mi amigo sobre mi.

—¿Me va a comer con la mirada o vamos a surfear?—lo molesto y me sonríe con picardia.

—¿Se vale hacer las dos cosas?—me llevo la mano al pecho haciéndome la ofendida.

Emiliano desabotona su camisa blanca, y la que empieza a babear soy yo, deja ver su cuerpo escultural, se podría lavar ropa en esos abdominales, luego procede a desprenderse del jean, quedando en un traje de baño tipo short, sus piernas calzan perfecto con el resto de su cuerpo.

Me sonríe al notar que lo detallo de arriba a abajo y aparto la mirada avergonzada,  le paso mi ropa y la guardamos con el resto de nuestras cosas en un casillero.

Corremos al mar sosteniendo la tabla con una mano, y casi siento que estamos en la película de baywatch, Emiliano se roba algunas miradas de las chicas que están tomando el sol cerca de la playa, y me alegra ser la que esta a su lado y no la que lo observa de lejos, aun así, moriría por gritarles que ¡él es mío!

El agua está un poco fría, estoy acostumbrada a las cálidas playas de Miami, pero aún así, mi cuerpo se adapta bien a la temperatura,  nos subimos en las tablas y nadamos mar adentro para buscar la ola perfecta, no sé si Em realmente sabe surfear o solo quiere impresionarme, de lo que si estoy segura es que sabe nadar, lo comprobó aquel día sacándome a rastras del mar, si lleváramos la cuenta, en estos momentos estaríamos 1 a 0 a favor del sexy doctor.

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora