Capítulo 4

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Hefesto sacó de su cinturón de herramientas una bolsa de arpillera pero no era una bolsa normal podía guardar los objetos más grandes encogiéndolos y así como si de una función de magos fuera sacó un increíble trono de oro y adamantino.

Zeus miró aquel trono asombrado—¿Ese es para mí?—viendo los rayos del respaldo y las águilas que coronaban ambos lados del respaldo en la parte superior como cabezales.

La diosa asintió—Sí lo hice para que fuera especialmente resistente a los rayos y también un canalizador cuando los uses, he usado oro, adamantino y respaldo y el asiento está hecho de una cómoda tela que se suele encontrar en unos gusanos de seda celestiales de Asia.

Zeus prácticamente babeaba por ese nuevo trono y el suyo actual le parecía una vergüenza en comparación con el otro. Rápidamente se sentó y jamas se había sentado en algo tan cómodo y reconfortante el poder fluía y podía canalizarlo desde su trono.

Los otros olímpicos viendo esa obra maestra miraron ansiosos lo que la diosa herrera hizo para ellos.

Uno a uno les entregó a los dioses sus respectivos tronos a Hermes era uno de cuarzo pulido con escenas de viajes y su símbolo un caduceo con cartas y mensajes, tenía los respaldos de oro y plata.

El de Démeter era de madera no supieron cómo lo hizo pero la diosa se las arregló para que de cada reposa brazos surgieran dos gruesas raíces, estaba hecho de la mejor madera y tenía grabados hermosos campos cebada y del respaldo salían amapolas, si te acercabas olía a campo.

El de Artemisa era de plata emitía el mismo brillo que la Luna y las piedras del respaldo estaban hechos de piedra lunar cabe decir que la diosa estaba más que encantada con el trono.

Su gemelo Apolo obtuvo uno de oro macizo que despedía un brillo dorado igual al sol y dependiendo de si era el amanecer, tarde o anocheciendo el trono lo imitaba y despedía una suave música que era el de las musas.

El de Ares estaba hecho de Hierro y piedra negra con piel de dragón con cráneos humanos al final de los reposa brazos y daba la impresión que habían derramado sangre en el trono, también tenía gravados terribles escenas de guerras y matanzas.

Ares se enamoró de ese trono.

Dionisio obtuvo uno de madera del que salían vides y sabrosas uvas el dios borracho se quedó sin palabras.

Poseidón obtuvo uno hecho de coral y perlas además del hermoso metal azulado que había inventado Hefesto unos delfines coronaban los reposa brazos y desde allí sentía el poder de los siete mares, Poseidón podía sentirlo claro pero con este asiento al igual que su hermano menor ahora era mejor en sus dominios.

Le dio una mirada de gratitud a la herrera quien asintió hacía él.

Afrodito miraba a los dioses muy contentos con sus nuevos tronos con celos y envidia, cómo deseaba tener uno.

Entonces la diosa Hefesto se dio cuenta de él y se quedó sin aliento.

Había visto muchas cosas hermosas en el mar pero nada se comparaba a ese hermoso dios, sus ojos eran de un color como el azul del mar y la amatista y su cabello rojo era como el fuego de su fragua y volcanes, su piel tenía el color perfecto de las perlas pero era tersa y suave a la vez.

La diosa jamás había visto algo tan hermoso.

Con vacilación y timidez se acercó al guapo dios e intentando armarse de valor se puso enfrente de él.

—Yo...—Hefi quería golpearse la cabeza por su tartamudeo—Yo no he hecho ninguno para ti no sabía que estarías, pero te prometo que te haré un magnífico trono—

Afrodito enarcó una ceja y sonrió internamente parece que sus encantos funcionaban con esta diosa también y por su habilidad para hacer cosas hermosas podía sacar provecho.

—Sí lo esperaré con ansias—le dedicó una sonrisa deslumbrante.

La diosa asintió y se fue tambaleándose un poco aturdida por el dios, hasta su voz era encantadora y su sonrisa...soñaría con ella.

Artemisa vio esa interacción y negó con la cabeza preocupada y se aproximó a la herrera.

—Hefesto yo que tú me mantendría alejada de él es un aprovechado y solo te quiere para que le des cosas, solo te hará sufrir—

Pero la diosa no la escuchaba se había enamorado de ese dios y le pidió a la diosa de la luna quién era,la otra sin más remedio se lo explicó, no quería que Hefesto se acercara a él le haría daño.

Cuando se enteró de que todos competían por él enseguida se desanimó, jamás se fijaría en alguien como ella una diosa acorazada y que trabajaba en una fragua y siempre estaba sucia del trabajo, se deprimió.

Pero dejó esos pensamientos atrás y miró a su madre la última a quien debía entregarle su trono se acercó ante ella y le entregó su trono, Hera abrió mucho los ojos impresionada.

El trono estaba hecho oro blanco y de unos metales que imitaban los colores del pavo real, su animal sagrado Tenía la flor de loto decorando el trono parecía tan real... además al lado del trono había cetro de plata y oro con flores perfectamente esculpidas rematado en un cuco.

Los dioses se quedaron sin palabras eran hermosos, la propia reina estaba sin palabras...

—¿Y bien mi reina? ¿no los probareis?Un trono y un cetro dignos de la reina de los dioses—

Fuego IncandescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora