Capítulo 18

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A la mañana siguiente tal como se temía Aizen estalló el caos.


Para empezar todos los dioses buscaban a Xiren pero el dios les dijo que se había ido (para gran decepción de ellos)


Y en otro lugar Hefesto se despertaba mirando somnolienta a su alrededor, tardo un rato en darse cuenta de que aquellas su eran sus habitaciones. luego comprobó que su armadura estaba en el suelo puesto de forma ordenada había vuelto mágicamente a ella y se dio cuenta de algo se miró en un espejo y descubrió que la poción de Aizen y Ama no uzume se había esfumado.


Se levantó agitada y empezó a ponerse frenética su armadura, no quería que nadie la viera.


—Hmmm—


Se detuvo, miró de donde procedía ese ruido deseando que sus terribles sospechas estuvieran equivocadas pero para su horror no fue así.


Acostado y desperezándose de una forma que cualquiera babearía estaba Afrodito completamente desnudo y aunque todavía tenía los ojos cerrados sonreía de forma relajada y no la sarcástica o coqueta que Hefi estaba acostumbrada sino una feliz.


Afrodito podía decir sin lugar a dudas de que había sido la mejor noche de su vida ninguno de sus amantes se podía comparar y para su gran satisfacción Xiren desde luego era pura y se alegraba de que él hubiera sido el primero. Lo que sintió, lo que ambos sintieron aquello si que fue amor y pasión además de alegría tres cosas que el dios del amor nunca experimento a la vez.


—Amor...¿porque te has levantado? Aun es temprano—pero al no recibir respuesta abrió los ojos parpadeó por la repentina luz del sol y miró a quien estaba de pie colocándose su casco y guantes, con creciente horror y asco fue comprendiendo poco a poco lo que pasó en verdad.


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Los dioses estaban desayunando cuando oyeron un grito espeluznante seguido de otros para dar paso una fuerte discusión, fueron haber que estaba ocurriendo, los gritos que provenían de las cámaras de Afrodito y Hefesto.


Claro que ellos no dormían juntos ni en la misma cama, Afrodito nunca lo consentiría y la diosa herrera pasaba la mayor parte del tiempo en la fragua o explorando las tierras, y las raras veces que compartían la habitación Hefi dormía en un rincón lo más alejada posible de él y una cortina que le daba intimidad.


El cuadro que vieron allí no sabían si encontrarlo cómico o perturbador.


Afrodito no paraba de lanzarle cosas a su esposa mientras ella tenía llamas a su alrededor con el martillo en alto lista para golpear a su esposo.


Atenea supo que debió ocurrir algo realmente grave, su medio hermana jamás se enfadaba con su esposo, ni cuando la humillaba, engañaba con otros o le hablaba mal esta vez Afrodito si que debió traspasar la línea.


—¡¡¡ME ENGAÑASTE!!! ¡¡¡TE HICISTE PASAR POR XIREN PARA PODER POR FIN DORMIR CONMINGO!!!—Gritó Afrodito.

Fuego IncandescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora