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Este capítulo va dedicado a una personita de luz, de mucha, mucha luz. A una hermanita de otra madre que con su entusiasmo hace que crea más en mí de lo que ya creo. Gracias por tenerle fe a esta historia, Esmeralda, tu opinión siempre será importante.
Te amo.💚

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Cuando abro los ojos me doy cuenta de que me quedé dormida. Las volutas de polvo flotan en medio de la habitación donde la luz se cuela a través de la ventana.

El reloj cuadrado que cuelga de la pared a mi izquierda señala un poco más de las ocho de la mañana. Definitivamente me he quedado dormida. 

No siento dolor alguno, eso es extraño. Hace casi cuatro horas James me dio una golpiza, no de las mejores, pero sí una buena y yo me encuentro en perfecto estado. El dolor ha desaparecido.

¿Puede eso ser posible

¿Dónde se supone que estén los moretones, la hinchazón, la quemadura por la cachetada que le metí a Dom? 

Me levanto, deprisa, para ir en busca de un espejo.

¡Santa mierda! ¡Esto es increíble! No, no puede ser. Mierda, no.

No hay rastro de nada, como si cada golpe hubiese sido borrado. Estoy segura que James me golpeó lo suficientemente fuerte para dejarme marca, pero no, mi cara está impecable, libre de morados y rojos, heridas o cualquier otra cosa que pusiera en evidencia la disputa de hace rato. Y mi mano, mi mano está más aterciopelada que el culo de un bebé, ¡¿y las ampollas?! 

Mi corazón se acelera, esto no puede estar pasándome.

¿Qué está sucediendo? ¿Estaré volviéndome loca? ¿Cómo es posible haber sido agredida hace pocas horas y despertar ilesa por completo?

¡¿Siquiera me estoy escuchando?! ¡Esto está mal!

¿Qué haré? ¿Qué dirá Ann?, ¿se molestará, se sorprenderá o me llevará a un médico?

¿Cómo puedo explicar esto? ¿Debería hacer como si nada?

Sería lo más apropiado, dado que es imposible la rapidez con la que desaparecieron las marcas evidentemente nadie me creería. Podrían llevarme presa, lo del autobús se haría viral, me volvería una delincuente; no, no nadie debe saberlo. 

Decido maquillarme los moretones. 

Corro escaleras abajo.

Ann se encuentra sentada frente al mostrador con una taza de ¿café?, entre las manos. Viste pantalones de mezclilla azules y una camiseta de flores que le queda muy bien. No sé cuál es la obsesión de mi madrastra con las flores, pero es obvio que es extraña.

Se da la vuelta y me mira con una sonrisa en los labios. Luce radiante, ¿a qué se deberá tanto entusiasmo? Mis ojos se entrecierran hacia ella y luego lo recuerdo.

Mi mirada viaja hacia la puerta de la terraza: los vidrios rotos han desaparecido del suelo y el cristal de la puerta ha sido reemplazado por uno nuevo. Ni rastro de James. 

—¿Qué...? 

—¿Qué pasó con el desastre de esta mañana? —interrumpe, adelantándose a mi pregunta. Me acerco a ella y asiento, suspicaz—. Bueno, está arreglado. Agradéceselo a tu amigo.

Dejo de respirar. ¿Amigo? ¿Cuál amigo? Santo Cielo, que no sea lo que estoy pensando. 

—¿No piensas ir al instituto? —suelta ella entonces, antes de que pueda preguntar nada—. Todavía tienes tiempo... 

Custodio© [¡Completa!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora