Jueves.
12:02 a. m.
Corro cruzando la esquina, sintiendo el punzante aire helado que acaricia mi espalda descubierta. Los tacones no me dejan moverme rápido, así que me los quito; los lanzo a una explanada, donde sé, podré volver a buscarlos.
Puedo sentir el pánico acrecentándose en mi interior; sé que se debe a él, debe estar cerca. A cada paso que doy, el frío se vuelve más asfixiante.
Necesito respirar, debo controlarlo.
No sé cuántas cuadras recorro sosteniendo mi vestido, pero llego a una iglesia. Se ve vacía y tenebrosa; por algún sentido morbo y macabro, presiento que él está ahí.
Me congelo en la entrada. Puedo sentir el miedo helarme el cuerpo, desequilibrando mis defensas.
Temo romperme en el peor momento, temo que este sea mi fin.
«¿La vida se supone que termina así?».
Estuve durante tanto tiempo viviendo con él, escapando de sus malos tratos, huyendo cuando quería golpearme.
Cada paso que di me alejó más de él, lo convirtió en la sombra que se asomaba por la rendija de mi cuarto, que se arrastraba cuando todo quedaba a oscuras: se convirtió en mi peor pesadilla.
Y ahora tengo que buscarlo yo. Ahora, soy yo quién va a por él.
Tengo que tomar varias respiraciones porque se siente como si ya no hubiese aire. Todas las cosas se acumulan, una detrás de la otra, para recordarme todo lo que me ha hecho.
—Katherine... ¡ven aquí!... —su voz sonó tenebrosa. Como un monstruo debajo de la cama llamando a un niño...
El recuerdo cambia.
Estaba en la parte trasera de la casa, frente a la puerta del depósito jugando con tierra. Pensé que era divertido ensuciarme y hundir los dedos en esa masa oscura, ver cómo se extendían las llamas violetas desde mis uñas hasta fundirse con la humedad del terreno, de las plantas, por eso lo hice...
—¿¡A qué juegas, mocosa!? —apareció él, descubriéndome—. ¡No! ¡¿Qué haces?!
Pegué un salto del susto al sentirlo avanzar hacia mí. Verlo me recordó que vivía con un lobo y que yo era la oveja...
Me cacheteó enseguida. —¡Aléjate de la tierra, ¿me oíste?! ¡Aléjate del fuego!...
Los recuerdos son inconexos, sin detalle alguno.
Al pie de la escalera, me encontraba sentada, dibujando en un cuaderno y lo vi llegar. Decía incoherencias y parecía que hablaba con alguien.
—¿Con quién hablas, papá? —le pregunté yo.
—¡Sólo cállate y sube a tu habitación!...
Subí, pero no ingresé a la habitación, me quedé inclinada en la barandilla, escuchándole.
—Sus poderes... surgiendo... manipula... fuego... no... pero tú... sí, sí... ¿cuándo?...
Después, otro día, me senté junto a su puerta, esperando que llegara para darle el dibujo.
—¿Y tú qué? —me gruñó, empujándome para que me levantara del suelo—. ¿¡Qué mierdas dibujaste!? ¡Ve a tu cuarto y quítate de en medio!
Lloré en silencio ese día y el siguiente...
—¡Hoy no comerás, ni mañana tampoco, zorra!
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Custodio© [¡Completa!]
Teen FictionDios no crea cuerpos, Él crea almas. Y una de ellas es Katherine Wells: una chica de dieciocho años que vive en California con su madrastra Ann y con Hiram, su padre, un hombre agresivo que la crio a punta de golpes, sospechoso por venta ilícita de...