16 (II)

63 20 0
                                    

Ocho minutos después de haber ordenado, la camarera nos trae el sushi y luce delicioso.

Desde pequeña mi admiración por la comida japonesa fue creciendo hasta que hace poco di por sentado que el sushi es mi plato favorito.

—Mmm, está bueno —comenta él con la boca llena.

Me rio de cómo frunce el ceño al jugar con los palillos, intentando alzar la comida hacia su boca.

Es tan gracioso.

Si viera en un espejo lo ridículo que luce tratando de usar los benditos palillos, le daría un infarto.

—Déjame... —le digo, tomando su mano para detenerlo.

Con mis palillos sostengo uno de sus rollos y con cuidado lo llevo hasta su boca. Él recibe el sushi con exagerada sensualidad; tanta, que me avergüenzo y me vuelvo hacia mi plato esquivando sus ojos.

—Gracias —susurra, después de masticar. Le doy una sonrisa de boca cerrada y me concentro en mi comida—. Pero sé a la perfección cómo debo usar estas cosas. Sólo quería demostrar que hasta cuando no me debes nada y yo te lo debo todo actúas igual de amable que siempre.

Guardo silencio.

Él carraspea. —No lo dije para ofenderte, si piensas eso.

—Espero que sepas lo que haces, James.

Vuelve los ojos hacia su sushi. —Lo sé.

Por primera vez puedo ver algo de decepción en sus gestos, de derrota. ¿Verdaderamente estará interesado en mí o sólo es un capricho?, porque si lo es, quisiera saberlo ahora. No quiero volver a perder mi tiempo. 

Al terminar de almorzar, James me compra una barquilla sabor a menta —mi favorita—, y emprendemos nuestro camino hacia la bahía.

La playa de Baker Beach es una de las más divinas de California con una vista magnífica hacia el puente del Golden Gate.

James y yo hemos venido desde que somos novios a disfrutar de sus olas; pocas veces venimos solos, siempre estamos con sus amigos. Jason y Jeff la gozan cuando nos acompañan.

Me gusta distraerme mucho, y la playa es perfecta ayudándome con eso. Lástima que no traigo shorts y bikini, me hubiese encantado bañarme.

El sol, en lo alto del cielo, brilla sobre la playa y sin embargo, el calor no es agobiante. La temperatura oscila entre los dieciséis y dieciocho grados, con una brisa fresca y refrescante. Me gusta el clima de aquí en verano, perfecto para zambullirse en la playa.

Mis pies se hunden en la arena mientras caminamos. James se ofreció a cargar mis zapatillas para que yo pudiese sentir la arenilla infiltrándose por mis dedos.

—¿Segura que no quieres ir al agua? —me pregunta por segunda vez, contemplando la orilla de la playa.

Vuelvo a darle un vistazo a mi atuendo: blusa holgada de cuello choker, abrigo de lana y leggins oscuros no son el mejor vestuario para bañarse.

Niego con la cabeza. —Estoy bien.

James asiente, suspirando y se toma el atrevimiento de juntar nuestras manos. No le doy mucha importancia a ese gesto y le correspondo, mientras caminamos.

Luego de unos minutos él me atrae para que nos sentemos en la orilla donde el agua aún humedece la arena. Acepto, sentándome con él y me inclino para apoyarme en su hombro.

Su calor corporal me envuelve, haciéndome sentir más amena; su pecho duro sube y baja al compás de su respiración. Cierro los ojos, intentado distraer mi mente con el sonido de las olas.

Custodio© [¡Completa!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora