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—¿Por qué me evades? —interrogo, cruzándome de brazos—. ¿Es o no es culpable, Ann?, me muero por saberlo.

Ella me mira con exasperación.

—Querida, no quiero seguir zambulléndote en este mundo. Ya fue suficiente.

—Prometiste que me lo dirías. Además, no es justo. Dom dijo...

—Dijo que eras especial, y no se equivoca, pero eso no quiere decir que seas como nosotros —interrumpe, levantándose del suelo en donde estaba hacia unos segundos sentada. Se sacude las manos y las frota contra su falda floreada. Sus ojos registran toda la estancia con precisión.

—Sí, lo entiendo. Pero... ¿no crees que mi futuro dependa exactamente de eso? No es como si de todos modos no me fuese a enterar, Ann, si se llevan a Hiram esposado —ironizo poniendo los ojos en blanco.

Ella me da la espalda. 

—Es información confidencial.

—Ah-ah, no me vengas con ese cuento porque el que ustedes existan también era información confidencial y de igual forma me enteré. Vamos, Ann, suéltalo.

Se vuelve hacia mí con tal rapidez que no puedo distinguirla, su cuerpo esbelto por un momento se torna borroso, y ese pequeño movimiento acelera mi corazón. Sus ojos miel me observan, imponiendo poder y un brillo de algo más que tras sus inesperados movimientos no puedo distinguir. 

—¿Quieres saber si tu papá será condenado?, pues, bien. Sí, sí será condenado. ¿Eso querías escuchar? 

—¿Cuándo? —interpelo a la vez que mi corazón empieza a latir con fuerza. 

Ella suelta entre un suspiro y un resoplo antes de darme la espalda de nuevo.

—No lo sé, ¿okey? Estamos todavía en ello. 

—¿A qué te refieres?

—Aparentemente, el idiota de Dom tenía razón, y sí, Hiram está trabajando con el Miedo. Lo que me deja muy mal varada por no haberlo previsto. Se supone que para eso estoy aquí, encubierta, aguantándolo. El que Dom lo haya supuesto antes que yo me está costando un ojo y una pierna, ¿si me entiendes? 

—¿Te van a torturar por eso? —expongo abriendo mucho los ojos.

—¡Por La Deidad, Kate! —suelta, girando su cuerpo para mirarme—. No, no me van a torturar. Estoy hablando de excluirme del caso. Ellos piensan que el Miedo está manipulando mi mente, alterando las evidencias y por ende mis sospechas. Y si lo está haciendo resulto ser insignificante, por no decir un estorbo. 

—Eso es ridículo. Si el Miedo está jugando con tu mente creo que lo sabríamos. Dom lo sabría. 

—Es exacto lo que les dije, pero no lo creen. Están empeñados en atribuirle más créditos al Miedo de los que ya tiene —aclara, revisando los cajones del viejo estante junto a la puerta. 

—Y lo que diga La Corte es santa palabra...

—Sabes que es así —alega, con un tono que no acepta objeciones—. Son nuestros superiores, no podemos llevarles la contraria.

—Solo digo que si lo intentamos podemos desenmascarar a Hiram y darles una patada por el culo...

—La boca, niña...

—... a esos Luceros empedernidos, muertos de hambre. Y así matar a dos pájaros de un solo tiro —culmino, observando sus movimientos, que si no fuesen tan bruscos podrían pasar desapercibidos, debido a la velocidad con la que los realiza. 

—Hiram no se ha aparecido por esta casa desde hace semanas. Está desaparecido y no sabemos lo que planea. ¿Sugieres desenmascararlo?, muy bien, ¿por dónde comenzamos entonces? —inquiere con sarcasmo, deteniendo su búsqueda para plantarme cara.

Custodio© [¡Completa!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora