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La moto ruge mientras Jason la acelera. 

Nos alejamos del muelle a una velocidad exorbitante. No sé a dónde me lleva, con tal y sea lo más lejos posible de Dom y de James no me importa. 

El viento golpea mis mejillas, mis ojos pican, pero la sensación de adrenalina se siente bien. Todavía tengo la bilis en la garganta, ahí está, repugnándome y el dolor en la palma es irritante.

Trago, observando los postes de luz que desfilan en mitad de la carretera. Jason no tomó la avenida, a estas horas podría estar congestionada. El bullicio de los autos y el tráfico no sería, en definitiva, algo que me distrajera.

Quisiera gritar y golpear algo tan fuerte, tan pero tan fuerte para destrozarlo, así como quiero hacer con la cara de Dom. Aunque no sé muy bien si eso me calcine los huesos. 

¿Pero qué demonios es lo que está sucediendo con ese chico? 

Estoy harta, harta de sus malditos insultos. Estoy harta de su patético intento de hacerme daño. Hasta aquí llegó mi paciencia, cruzó la raya. Me importa una mierda James y su jodido amigo. Me importa un comino y dos pepinos lo que piense mi papá. Ya se acabó. No seré muñequita alfiletero de nadie. No voy a ponerlos por encima de mí, no más.

Lástima que vayamos al mismo instituto, si por mí fuera me mudara a China, lo más lejos posible de ese ser.

La rabia en mí se extiende por todos los rincones avivando la adrenalina. Si no me calmo podría empujar un camión, me siento con la fuerza suficiente como para hacerlo. 

Jason apura la velocidad. 

La calle se encuentra ocupada sólo por unos pocos carros, siento cómo manejan detrás de nosotros. Él toma un atajo, entre unos arboles, sin reducir la rapidez.

Recorro el pasaje con mi mirada, parece algo ¿tenebroso? 

De improvisto, noto a una persona. Es un chico. Se detiene justo en frente de la moto y vuelve su mirada hacia mí, sus ojos gris-negros como el carbón son amenazadores. Esa intensidad me recuerda algo. Una electricidad familiar se apodera de mí. 

Chillo porque Jason no podrá parar a tiempo, va a matarlo. Lo va a matar.

La moto frena produciendo un chirrido de llantas al mismo tiempo que el chico deja de mirarme y desaparece, sólo se esfuma sin dejar rastros.

La moto se detiene unos cuantos metros después de donde estuvo ubicado.

Mi corazón va a mil por hora. Mierda, casi lo matamos. ¿Pero, qué demonios...? La sangre recorre mi cuerpo con una rapidez tremenda.

Vuelvo mi mirada hacia el lugar en el que ese chico extraño se encontraba. No hay nada, cero, desapareció, como si la tierra se lo hubiese tragado. 

—¿Lo viste? —jadeo, mirando a Jason.

Él asiente, tragando con dificultad. La moto continúa encendida, rugiendo de vez en cuando. 

—¿Qué estaría haciendo un coyote en esta vía? —se pregunta. 

Una brisa helada me toca la cara y las piernas. 

¿Qué fue lo que dijo? 

—¿De... qué... hablas? —tartamudeo. 

Me estremezco porque hace demasiado frío como para andar en short. ¿Por qué este lugar tiene que estar tan oscuro y silencioso? A pesar de que los arboles se agiten con la brisa, todo se encuentra en increíble silencio. 

—Del coyote —observa él—. ¿Es que no lo viste? Casi nos matamos por su culpa. 

Espera... ¿qué?¿Coyote? ¿Qué coyote? Yo vi a un tipo todo extraño parado en frente de nosotros a punto de ser arrollado pero desapareció de la nada y, ¿¡Jason afirma haber visto un coyote!? ¡¿Un coyote?! ¡¿Qué demonios está pasando?! 

Custodio© [¡Completa!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora