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¿Qué es este dolor tan jodido que punza mi cabeza? Siento que en cualquier momento podría explotar.

La boca me pica de sed; estoy seca, hasta la última gota de agua, al borde de la deshidratación; y para agregarle más, siento unas náuseas molestas.

¿Qué fue lo que pasó?

Imágenes vienen a mí con rapidez.

Okey, tomé mucho pero no estoy borracha. Tengo la conciencia enterita. Sólo estoy algo «encendida», eso es todo...

Dom me deja en la cama con sumo cuidado y se inclina para mirarme...

Hablaremos mejor cuando estés sobria, sólo dices incoherencias...

Juro que no voy a violarte. Lo juro por Diosito...

—No sería violación si yo también...

—Estoy caliente, Dom, quiero que me toques...

¿Qué significa todo eso? ¿Por qué no puedo recordar más? ¿Qué fue lo que hice?

Abro mis ojos de sopetón, tentando a mi suerte.

Ya amaneció.

Me volteo en la cama, jalando la sábana y siento un peso junto a mí. Mi mano palmea el lado del colchón que debería estar vacío, topándome con un pecho. 

¡Mierda! 

Sujeto la almohada con fuerza y doy porrazos una y otra vez a su torso desnudo hasta que Dom se levanta de súbito, cayéndose de la cama. Sería gracioso si se hubiese golpeado, pero el muy interesante cae de cuclillas. 

—¿Pero qué mierda...? —suelta, irguiéndose, con una voz ronca, estirada y sexy. 

¡Por el cielito!

—¿Qué demonios haces en mi cama? —demando, histérica, estrujándome la cara en busca de una explicación lógica, en busca de más recuerdos. En genaral, se agrupan en mi mente de manera desordenada y con lagunas repentinas. ¡Joder qué dolor de cabeza, no vuelvo a beber en la vida!—. ¡Mierda!

—¿¡Qué!? —me dice, de vuelta.

Su rostro es una completa mueca de confusión, sus ojos achinados y soñolientos lucen tan bonitos mientras me mira, expectante, esperando que le diga que acabo de ver a un monstruo. 

Me pongo de pie y le echo un vistazo a su abdomen plano, sus hombros anchos y sus brazos tonificados. Me relamo los labios inevitablemente.

—¡Tú estabas durmiendo en mi cama! ¡Tú...! —. Bajo la vista hacia una parte de él muchísimo más interesante que está bastante despierta; alzo las cejas, perpleja—. No tienes pantalón... ¡Estás desnudo!

Le lanzo una de mis almohadas con fuerza para que se tape. Él la sujeta, habilidoso y la ubica sobre su inminente calambre matutino.

—¡Oh cielo santo! ¿¡Puedes explicarme qué demonios hacías durmiendo conmigo!?... No, espérate, mejor dime la verdad, tú y yo... ya sabes... ¡ay, mierda!, que no sea lo que estoy pensando... ¡Dom, joder, habla! 

—¿¡Pero qué carajos, Kate!? ¿Qué sucede contigo? 

—¿Tuvimos sexo?

—No, mierda, no.

Casi me muero.

Suelto un suspiro de alivio. 

—¿Cómo llegaste hasta mi cama? 

—¿No recuerdas nada de anoche? —pregunta en cambio, pasando la mano libre, la que no sujeta el almohadón, por su cabello. 

¡Joder!, no. Bueno, algunas cosas. La mayoría, quizás. Pero, definitivamente no recuerdo exactamente todo, ni logro unir las imágenes. Mi mente es un caos, no sé dónde comienzan los recuerdos reales ni dónde terminan los falsos.

Custodio© [¡Completa!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora