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La película que Ann eligió para nosotros es tan aburrida que mis ojos soñolientos se cierran. Si no es por Dom, codeándome a cada segundo, ya estaría dormida.

La empecé a ver los primeros diez minutos; luego, abordó un tema de rebelión sobre ángeles caídos, algo de unas almas perdidas, también acerca de un designio de Dios que traería paz al mundo y bla, bla, bla, convirtiéndose en la película menos entretenida de la vida. 

—Presta atención, enana. La trama es interesante.

—Es aburrida —confieso, haciendo un mohín. Sólo quiero que termine rápido para poder irme a casa y estar lejos de él y la molesta electricidad que me provoca. 

Se encoge de hombros. —¿Qué te puedo decir? Ann tiene unos gustos un poco extraños. 

—Ni que lo digas —asiento, mientras las comisuras de mis labios se elevan, incapaz de poder evitarlo. 

Lo observo, sus labios imitan los míos y, por primera vez desde que nos conocemos, la electricidad se vuelve agradable.

Él gira sus ojos grises hacia la pantalla y se concentra en la película. Contemplo su perfil unos segundos: facciones pronunciadas que van de otro mundo; rasgos definidos, cejas gruesas y pestañas espesas; gestos sexys, roba suspiros. Esa belleza no puede ser humana. Es sobrenatural. 

—¿Qué? —se vuelve de pronto, conectando sus ojos brillantes con los míos, generando a su vez, cosquillas en mi estómago. 

Eres hermoso

—Nada —aclaro, mirando los asientos que están por delante de nosotros. Olvidaba lo evidente que pueden ser mis emociones para él.

—Crees que soy hermoso —afirma, siguiendo la dirección de mi mirada esquiva. Su tono de arrogancia me cuece la sangre. 

Resoplo. —Idiota. 

—¿Por qué no puedes dejar de ser tan obstinada por una vez en tu vida? —replica, frunciendo el ceño. Lo que me hace cerrar los ojos y respirar profundo. 

—Porque eres la clase de chico con la que se es imposible actuar normal —le susurro—, y porque tienes un serio problema conmigo, como si no pudieses lidiar con el odio que me tienes. 

Se tensa sin mirarme porque sus ojos se mantienen fijos en la pantalla. 

—No es así, no podría hacerlo aunque quisiera; bien es cierto que no me agradas y que a veces resultas bastante insoportable, pero eso no significa que te odie. Tú no lo entiendes, ni siquiera yo puedo entenderlo. 

—¿Qué demonios significa eso? —demando, cruzándome de brazos. 

Dom abre la boca para contestar, pero unas personas ubicadas detrás de nuestros asientos nos chistean para que cerremos la boca; quieren terminar de ver la película. 

Como me hubiese gustado escuchar su respuesta. 

Veinte minutos después, la película culmina.

Por fin.

Salimos de la sala de cine en completo silencio. Sigo a Dom hasta el estacionamiento para localizar su camioneta. Al llegar a ella, él se detiene frente a la puerta del copiloto, dándome la espalda. 

—¿Qué ocurre? —le pregunto, acercándome a su cuerpo, inspeccionando el lugar solitario.

Me vuelvo en su dirección, recelosa, mientras él poco a poco se gira hacia mí para acorralarme entre su cuerpo y el de la camioneta. 

—Tú no puedes estar con James, enana, no es lo suficientemente bueno para ti, ni para nadie. Si lo que buscas es amor, su alma no es capaz de sentirlo —me dice. Sé que susurra algo más pero no lo escucho.

Custodio© [¡Completa!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora