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Despierto en mi cama luego de al menos unas tres horas. 

El sol ha bajado bastante. Eso me recuerda que dejé a Matt esperando en las afueras del instituto; bueno, se las habrá ingeniado. Conociéndolo como lo conozco, al ir tan apurado, de seguro ni siquiera le dio tiempo de volver por mí. 

Tuve un sueño muy extraño.

Creo que es la primera vez que sueño con Dom Brian y lo recuerdo. Imágenes de él sosteniendo una espada y mirándome con unos ojos grises brillantes viajan por mi mente a una gran velocidad, recordándome varias escenas del sueño.

Su espada era... ¿cómo explicarlo?, magnífica, casi parecía que la hubiesen forjado en otro mundo; y ni hablar de sus llamativos ojos: jamás he visto ojos tan incandescentes, tan irreales... aunque quizás los de Ann sean una excepción.

Dom peleaba con... con un hombre. No puedo recordar su rostro, algo lo borra, es como si lo hubiesen echado al fondo de mi cabeza y cada vez que intento reanimar la imagen esta se me escapara. Un destello plateado y luego nada. Todo está indefinido, difuminado. 

Me levanto a cerrar las cortinas, evitando que la luz entre en mi cuarto por lo que enciendo la lámpara. Me quito la ropa que tengo y la reemplazo por un pijama de gatitos, sé que es infantil pero es el más cómodo que tengo. 

La panza me ruge. No debo haber comido nada desde ¿cuándo? Ni yo sé. 

Bajo las escaleras y al momento que llego al último peldaño escucho una risa. La risa de Ann.

¿Está con mi papá? Imposible, dijo que no había regresado a casa en las últimas semanas, no es como si se hubiese aparecido así como así. Además, si lo hubiese hecho estaría de malhumor como siempre, no de risitas. 

—Muy gracioso. ¿De verdad crees que lo mejor es ocultarles esto? Sabes cómo es América, si se entera que le has ocultado algo te colgará de cabeza. Siempre quiere estar informada de todo, tener las cosas bajo control y más cuando se trata de ti, tú lo sabes. 

—Mmm, imagino cómo sería besarla de cabeza —. Su voz seductora hace que la electricidad invada mi cuerpo. Me paralizo por completo. ¿Qué carajos hace Dom aquí?—. Me gustaría probar eso con ella. No hemos inventado juegos sexuales desde hace ya tantísimo tiempo. Debería intentarlo. 

—Uh, no —se queja Ann con un tono asqueado—. Te suplico por favor que no menciones nada sobre sus encuentros sexuales. No quiero saber cómo es que mi hermana puede estar contigo en ese aspecto. 

—Por La Deidad, Ann, soy irresistible. Amy, lo sabe y se lo cree, esa es la diferencia entre ella y tú. 

—Ya cállate, que bastante asco me da ya —le regaña, mientras él gimotea por algo; por lo que supongo, ella le ha atizado un golpe—. Y concéntrate, no estábamos hablando sobre eso. 

—Bueno, bueno, por muy controladora que sea América, y créeme que la conozco bien, lo mejor es no inmiscuirla en nada. Sería una total falta de sensatez. América no sería ni un tanto indulgente; por lo contrario, será tan cruel como pueda serlo. Lo mejor es mantenerla al margen de la situación hasta que averigüemos lo que Kate significa para nosotros. 

¿Qué?, ¿lo que yo qué?

—Sí, pero, ¿no crees que sería más fácil si tuviésemos el apoyo de América o si al menos los Luce...? 

Ann se interrumpe. 

Todo queda en absoluto silencio, permitiendo que pueda escuchar el alterado latido de mi corazón.

Dejo de respirar. ¿Pero, qué...? 

—¡Kate! —reprende Ann al aparecerse frente a las escaleras. 

Custodio© [¡Completa!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora