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ASÍ QUE ESTE ERA EL PRESENTIMIENTO

Parte 1


Corremos la suerte de que la lluvia deje de caer de camino al bar. El clima sigue frío, eso parece no abandonarnos; los charcos en el suelo son grandes y los autos no tienen cuidado al pasar. Es una noche más oscura que las anteriores, lo que me despierta cierto nerviosismo que está de la mano a mi lado supersticioso. Solo espero conseguir algo esta noche, por muy modesto que sea.

Las afueras de El Refugio hacen honor a su nombre. La entrada del bar está escondida en un callejón de mal aspecto; latas de cerveza, botes de basura, olores nauseabundos. Es como si todo lo fétido de la ciudad se junte en un solo pasillo. Un letrero rectangular, de color amarillo y letras verdes reza el nombre del lugar. Me llama la atención que no esté hecho pedazos por la lluvia y que sea la única cosa llamativa del callejón. La puerta es oscura, con dos ventanillas enrejadas que protegen dos ventanillas de vidrio verde oscuro. No permite ver nada del interior, lo que me causa más intriga.

Raziel, sin embargo, no parece querer respetar mi análisis del sitio, sino que quiere entrar de una buena vez.

—Aguarda un momento. —Lo sostengo. Se voltea algo incrédulo, mira mi mano en su chaqueta, aprisionando su brazo—. Deja que entre yo primero, no quiero asustarlo —explico tras unos segundos sin soltarlo—. Tú cuenta hasta... veinte, y coges un sitio apartado, pero donde puedas verme.

—Lo que ordenes, Angelito.

Se libra de mí. A continuación, saca la cajetilla de cigarrillos que oculta en el bolsillo interno de su abrigo.

—Entraré en lo que acabe esto. —Me muestra su cigarro y luego se lo pone entre los labios—. Suerte —dice sin que se le resbale.

Vaya guardaespaldas que me cargo...

Con el valor necesario reunido, empujo la puerta. Una música sombría y el olor a alcohol atacan mi nariz apenas tengo una vista más amplia del interior. Hay un par de mesas, hombres de aspecto cansado, bebiendo, ahogando todas sus penas en un frío trago de vino o cerveza. Sus miradas se posan sobre mí cuando doy el primer paso. Hay algunos comentarios, miradas que no logro discernir. Miro todos los rostros buscando a Harold, mas ninguno se me hace familiar. Uno de los hombres no deja de mirarme. Trago saliva, me recuerdo que Raziel está afuera y avanzo. El barman, que limpia una copa con un paño que parece no haber sido limpiado durante años, enarca una ceja al verme acercar a la barra.

—¿Qué se te ofrece?

Voy a responderle que estoy buscando a alguien, pero de las cinco personas que están sentadas en la barra, reconozco a Harold.

—No, gracias —deniego la pregunta y camino hacia el amigo de Emma. Él se sorprende de verme, siento que no esperaba que apareciera.

—¿Audrey? —interroga acomodándose las gafas.

—La misma —responde al instante.

Mi seguridad —o la que intento demostrar— lo dejan atónito un momento, con la boca abierta. No sé si busca decirme algo o simplemente está demasiado sorprendido de haber aceptado la invitación.

—S-siéntate, por favor —señala la butaca junto a él.

Miro hacia la puerta. Raziel aún no entra.

Vuelvo con Harold. Aguarda una respuesta.

—Está bien. —El asiento está frío, puedo sentirlo, y es incómodo. Formo una sonrisa forzada para simpatizar con Harold—. Gracias por acceder a hablar conmigo. A decir verdad, no esperaba recibir tu respuesta.

INTENCIONES OCULTAS  EAM#2 | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora