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Capítulo dedicado a bevi3020 porque su comentario en el capítulo pasado me hizo mucha gracia AJAJAJJ 


¿¡QUÉ ESTÁ PASANDO!?


El resto del viaje se ha suspendido. Ya no habrá más entrevistas, galerías de arte o una ínfima posibilidad de recuperar nuestras cosas. En cuanto al estado de Dhaxton, poco tengo que decir. Al ser yo el problema —y la culpable de su crisis— Stan me agarró para sacarme de la habitación tan rápido como fuera posible, me pidió que aguardara en mi cuarto, y luego se metió en la habitación otra vez al mismo tiempo en que dos encargados del hotel, llegaban a decirles a las personas que volvieran con lo suyo. Dentro de mi habitación intenté prestar atención a lo que ocurría al lado, pero no pude oír más que murmuraciones y los sollozos de mi compañero hasta que lo sacaron de allí. Un llanto que todavía tengo presente.

Por la noche, le pregunté al profesor sobre la situación, y me dijo que fueron al hospital, que ya todo está en calma.

Hoy por la mañana, a la hora del desayuno, me ha informado de nuestro regreso a Wightown. Volví a preguntar sobre Dhaxton, pero esta vez fue más vago con su respuesta y me sugirió que no lo viera y que mejor ordenara mis maletas. Más por la tarde supe que se había ido del hotel; un auto, probablemente enviado por su padre, lo vino a recoger.

En pocas palabras, este viaje ha sido un desastre.

Ahora puedo comprender por qué Dhaxton desestima tanto esta ciudad. Vuelvo a casa sin ser la auténtica ganadora del concurso, sin mi celular y la mitad del dinero que traje, sin haber conseguido mi foto en el Time Square, con la responsabilidad de haber sido yo la que causó la crisis de Crusoe y el deseo de contar que, posiblemente, Agnes está muerta.

Stan y yo volvemos a la academia en un completo e incómodo silencio. Como ya es tarde, me deja en la entradas de los dormitorios.

—Audrey —me llama momento antes de que abra la puerta principal del cuarto. Me doy media vuelta procurando que no note lo desesperada que estoy por llegar a mi habitación—. Por respeto a tu compañero, ni una palabra de lo que le ocurrió. ¿Entendido?

Eso ha sonado como una advertencia.

—Entendido —accedo para tranquilizarlo. Es una mentira; siento en mi estómago una mezcla de cosas que necesito vomitar con urgencia y que no se marchará si no lo hablo con alguien.

—Bien. —Se mete las manos a los bolsillos internos de su traje y saca una pequeña libreta y una pluma—. Mañana tienes el día libre —informa al mismo tiempo que anota unos números en la libreta—. Si necesitas algo o deseas conversar sobre ya sabes qué —dice tendiéndome la hoja de papel—, puedes llamarme o pedir apoyo al consejero.

Con un gesto rápido le recibo la hojita. Le doy un rápido vistazo y descubro que es su número de celular.

—Gracias.

—Buenas noches —se despide, a lo que respondo sacudiendo la mano.

Cuando se da media vuelta, arrugo la hoja y, antes de entrar a los dormitorios, la tiro al suelo.

Dentro, en la sala principal, las chicas están activas, pero sus voces se van apagando al verme de pie en la entrada. No es una cálida bienvenida; algunas chicas me miran como si quisieran estallar en risas; otras ni siquiera hacen el esfuerzo de ocultar sus muecas de burla. Hay un grupo que me mira con intriga y otro que se unen en lo que parece el cuchicheo del siglo.

INTENCIONES OCULTAS  EAM#2 | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora