Capítulo 25: Los Anderson y Sarah

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La tía Charlotte se notaba molesta, había apretado los labios y arrugado el ceño mientras miraba con sus inertes ojos castaños a su sobrina. Sin embargo, cada decisión que Sarah tomaba estaba mal vista en sus ojos, Charlotte sería una Jones como Sarah, pero la vida en Heaven's Peak, la había convertido en una Colman. Por supuesto le irritó más que nada la idea de ver a Sarah quitarse el vestido Casterhill de alta costura, importado desde Londres, en favor de usar camisola, pantalones y levita para el viaje. Sarah se miró al espejo antes de salir, no parecía hombre, eso era definitivo. Tenía las facciones muy finas para eso. Pero la ropa ocultaba perfectamente sus curvas femeninas, y le hacía ver con un semblante masculino.

—Ninguna sobrina mía vestirá como...como... ¡Agh! —Gruñó la tía Charlotte, probablemente estuviese ahogándose en su propia rabia. —Las damas visten con propiedad, con vestido y con corsee. —Gruñó Charlotte.

—En Montreal las mujeres visten con pantalón de lana para soportar el helado invierno. —Respondió Sarah, mientras abrochaba los botones de hueso de la levita. Sería más ligero que un abrigo, pero al menos no le restaría movilidad.

—No vas a Montreal, vas a Boston jovencita.

—Dices que no puedes confiar en los Anderson, y no quieres enviar a un empleado de confianza. —Respondió Sarah.

—Eso es porque no existen empleados de confianza Sarah. —Respondió la tía Charlotte. —En los negocios, solo te puedes fiar de ti misma, y de nadie más.

—Bueno tía, a no ser que decidas hacer el viaje por tu propia cuenta, soy la única a la que puedes mandar a Boston. ¿Qué no querías que yo me encargará de la empresa?

—Sí, pero una vez que te casaras. —Respondió La tía Charlotte. —A ningún hombre le interesa contraer matrimonio con una "marimacha". Ya es suficientemente malo que seas una mujer letrada.

—¿Qué tiene de malo saber leer y escribir?

—Nada, leer y escribir no tiene nada de malo, lo malo llega cuando decides presumir tus conocimientos a todos tus prospectos. Te lo digo por experiencia Sarah, una mujer letrada es una mujer quedada. Si tu abuelo lo hubiese entendido y no hubiese tratado a tu padre y a mí como un par de críos, otra sería nuestra vida Sarah, podría haber llegado a ser una noble de alto rango, habría aprendido a tocar el clavicordio, la poesía a pintar y bailar.

—Tía, eres la dueña de una compañía de pieles, tienes una buena vida, además te casaste y tienes un conocimiento muy amplio del mundo, me atrevo a decir que mucho más amplio que varios miembros de la familia real.

—Me casé con un hombre 20 años mayor que yo. ¿De veras crees que yo quería casarme con un hombre tan viejo, tan diferente de las historias de amor en el teatro, jamás tuve a un Romeo, o a un Marco Antonio, sino un rey Lear del vulgo? Jamás supe cómo eran los hombres, pero ya había sido muy tarde para mí, quien hubiese querido a una mujer de 33 años.

Dignidad y DestierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora