Capítulo 16: En el Ojo del Huracán y Jon.

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"En mi mente regresaba a aquel día, cuando era niño. Recordaba la desesperación y el odio que se respiraba a través de las paredes de la Casa Eisenbach en Londres. Mi tío Friedrich, habría sido el primero en sucumbir a la maldición familiar. A sus 32 años, el tío Friedrich comenzó a alucinar con la mujer de cabello humeante en sus pesadillas, cada vez más explicitas y más mórbidas. Cuando una noche de otoño se levantó en medio de la noche y caminó hacia la recamara de mi prima Elke, y en medio de la tormentosa noche, la atacó golpeándola con una estatuilla de una ninfa de porcelana en la cabeza, para luego darse gusto con su cuerpo todavía convulsionándose. Reiniciando nuevamente el ciclo de las muertes y la locura, reiniciando nuevamente el odio, padres contra hijos, hermanos contra hermanos, hijas contra madres."

     El golpe fue tal que Jon se cayó de su hamaca. Escuchó entonces cómo los marineros comenzaron a gritar y el capitán había estado tocando la campana con fuerza. Jon se reincorporó. Una rata corrió sobre su pie desnudo y escaló por una de las sogas hacia un agujero en el techo. Aquel roedor parecía un augurio poco prometedor. Jon se puso las botas y caminó tambaleándose de un lado a otro, no era él quien se tambaleaba sino el barco en el que viajaba. Las mujeres estaban apiladas contra los soportes estructurales de la embarcación rezando, algunas, rezando a Dios todo poderoso en el cielo, otros a Cristo redentor de la humanidad, otras a La Virgen María. Otros a cualquier deidad que estuviese dispuesto a salvarles. "¿Tal vez Neptuno?, ¿Tal vez Poseidón?" el agua caía por los pisos superiores, el muchacho no sabía si el barco se estaba hundiendo o era agua del cielo, o del mar que bañaba la cubierta de la nave.

      Jon logró subir las escaleras que daba hacia la proa del barco gateando, y pudo comprobar los horrores. El mar embravecido con sus inmensas olas, golpeaba la cubierta del barco con odio. Los hombres se amarraban a los mástiles para evitar ser devorados por las heladas aguas del atlántico norte. Los relámpagos caían sobre el oleaje alzando vapor y la lluvia helada calaba hasta los huesos.

      El capitán de la embarcación reía histéricamente mientras alzaba su puño con ira hacia los cielos ennegrecidos, donde las nubes creaban una espiral y en el ojo de la tormenta, la luna clara y los cielos despejados se asomaban. —¡Neptuno, si no me llevaste en Burma, no me llevarás ahora! —Había exclamado el capitán del barco. John entonces miró como una segunda ola golpeó nuevamente la embarcación y cubrió la superficie con agua. Los pies de John se resbalaron y el muchacho cayó siendo arrastrado por la cubierta golpeándose con el mástil del barco. El golpe fue tan fuerte que le sacó el aire, dos de los marineros lo ayudaron a levantarse.

     —¡Qué estás haciendo aquí John Black! —Exclamó el capitán mirando al muchacho. —¡Deberías estar bajo cubierta, este no es lugar para terrestres! ¡Contramaestre Amárrelo al mástil! —Exclamó nuevamente el capitán.

       Un hombre de mediana edad que se hallaba al lado del muchacho, tomó la cuerda que sobraba y la amarró a la cintura y la espalda del muchacho. Jon podía sentir como la soga se enterraba en su escuálido cuerpo apretándolo con fuerza, mientras los largos mechones de cabello negro mojado del muchacho picaban sus ojos. Una imponente ola golpeó nuevamente la embarcación, cómo si le hubieran arrojado un balde de agua fría en la cara a Jon. Él comenzó a ahogarse, a toser con fuerza, mientras sus pulmones se contraían para expulsar el agua que se había tragado. Cuando Jon abrió los ojos los dos hombres que estaban a su lado se habían esfumado. Entonces vio una monstruosa ola; un verdadero coloso del mar, imponente como un castillo. Jon se orinó del miedo. Entre el helado viento, el agua fría y el mar del norte, pudo sentir la húmeda calidez. No sobreviviría. Jon comenzó a gritar como desesperado, parte de su mente le decía que huyese, pero la otra parte le preguntaba ¿A dónde?, temía por su vida, temía ser arrojado al mar, temía ahogarse, temía por las bestias que habitaban bajo la superficie del mar.

Dignidad y DestierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora