Capítulo 15: Dignidad y Lyanne.

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"Lo peor que sentía en ese momento no eran los murmullos que recorrían por la nave de la iglesia, aquellos comentarios venenosos de las demás nobles, era algo a lo que yo ya estaba acostumbrada. Lo que me mataba por dentro, era la incertidumbre. La incertidumbre de no saber dónde estaba Gene, ¿A dónde se habría metido? ¿habría algún accidente? ¡Acaso algo malo le habría pasado! o ¿acaso se habría arrepentido de casarse conmigo?"

     El sol estaba en su zenit...cuando todos comenzaron a inquietarse, algunos invitados se levantaron y abandonaron la iglesia. El sacerdote también ya se le notaba inquieto. Pero como le había dicho Lyanne por quinta vez, "Debía esperar, todos debíamos esperar." 

      El racimo de flores que llevaba en las manos habían comenzado a tirar sus níveos pétalos en la alfombra que adornaba el altar, Lyanne estaba nerviosa. La chica miró hacia los invitados, en la primera fila se hallaba su padre y su madre; su padre ya inquieto golpeaba ligeramente su bastón contra el piso de piedra. Mientras tanto su madre se polveaba la nariz como frenética. Al otro lado estaban sentados la familia Lanfield; La condesa Eleonora ya había perdido interés en la boda y se había puesto a leer la correspondencia que le había llegado esa mañana, su apuesto hijo mayor Cyrus, hablaba con su hermana. Mientras éste sujetaba la mano de ella con firmeza. Frente a Lyanne estaba el padre de Gene.

       El señor Martin Denan estaba inquieto, dando sonrisas nerviosas y jugando con la empuñadura de su bastón. Entonces un muchacho entró por la puerta y caminó con paso apresurado. El hermano menor de Genever; Carlo Denan. 

      El muchacho fue a hablar con su padre. Por la expresión del viejo, Lyanne supo al instante que tampoco había encontrado a Genever. Luego ella miró hacia la tercera fila. El Conde Stewart miraba con gran curiosidad la conmoción que se llevaba a su alrededor, cuando entonces las puertas de la iglesia se abrieron de par en par. Un hombre entró jadeante.

       —¡Lady Lyanne Merrybound! —Exclamó el hombre jadeante.

        —¿Quién es usted? —Le preguntó Lyanne.

       —Mi nombre es Sir Cicerón Barkley. Traigo una carta de Sir Genever Denan. —Respondió el hombre. —Con su permiso quisiera leérsela.

       —Adelante. —Respondió Lyanne. —Léala a todos los presentes. Que todos sepan de una vez por todas porqué estamos esperando aquí.

      Lyanne...

       Se dirán muchas cosas de mí, se dirá lo que hice mal y probablemente te ataquen por eso. Quiero que sepas, al menos tú...la verdad. Nada me gustaría más que casarme contigo, pero no puedo y debo dejarte, verás mi amada, te he traicionado más veces de las que jamás podría contar. He decido casarme con alguien más, la madre de mi bastarda Cait, a quien conocí en la guerra. Yo puedo aceptar llevarme tu odio y el repudio de la sociedad, pero no permitiré que un alma inocente sea sojuzgada por mis comportamientos lascivos. Cada hombre debe pagar sus cuentas. Y está ha resultado una muy cara. 

       La razón por la que he huido y no soy capaz enfrentaos, es porque he cometido un terrible crimen, Jaime...Yo le maté cuando este me chantajeó para inculpar a mi amigo Cicerón, de crímenes contra la corona. Su intención era la revelarte sobre la hija que tuve, y la mujer con la que me acosté en Irlanda. Pero no podía permitirlo. No busco tu perdón, ni la redención. Eres una Merrybound, eres joven, grácil y sorprendentemente astuta y sé que me olvidarás con facilidad. Por lo que me tengo que ir para no volver.

Atentamente Genever Denan.

        

"¿Atentamente...solo eso?" los ojos de Lyanne se aguaron y la chica entonces tomó inmediatamente la carta de las manos de Cicerón. No había duda al respecto, aquellas eran las palabras y la letra de Genever. El sello en el lacre mostraba a un halcón. Era su sello personal... las piernas de Lyanne cedieron y la chica se desplomó en el altar. Alicia corrió hacia Lyanne y la ayudó a reincorporarse.

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