Capítulo 19: Amaina la tormenta y Genever.

20 2 0
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Un relámpago cayó sobre el mar levantando vapor de agua. El barco se tambaleaba con fuerza, Genever nunca había estado tanto tiempo en una embarcación por lo que, desconocía si el barco podría sobrevivir al oleaje del mar embravecido. Los hombres se amarraban a los mástiles con los cabos y comenzaban a orar con fuerza para alejar a la tormenta. Sin embargo, Genever no era tan creyente. El hombre extrañamente sentía una calma, su corazón estaba tranquilo, después de haber sobrevivido a la guerra en Irlanda, de haber peleado en la primera línea, era difícil asustarse por su posible muerte.

       Uno de los hombres a su alrededor se tropezó con el lastre que había sobre la cubierta y cayó por la borda hacia las heladas aguas del mar. Genever entonces se acercó al mástil y se amarró con los cabos. Luego un muchacho de cabellera negra gritaba a todo pulmón. Él tendría que tener unos 16 o 17 años de edad; delgado y de tez pálida. Entonces una ola golpeó el barco y cubrió con agua la cubierta, el caballero sintió como si le hubiesen arrojado un balde de agua en la cabeza. Miró nuevamente hacia el otro mástil, el muchacho yacía contra el guardamancebo, siendo golpeado por las olas que embestían la embarcación. Genever tomó una cuerda y la amarró a su vientre y luego comenzó a caminar por la cubierta de la embarcación, el agua había cubierto la superficie de madera barnizada haciéndola resbaladiza, Genever perdía el equilibrio a cada paso, pero logró llegar con el muchacho y lo levantó, luego lo llevó a su mástil y lo amarró junto a él.

      La tormenta amainó poco después, los cielos se esclarecieron y los primeros rayos de sol cayeron sobre la embarcación. El muchacho que se había desmayado recuperó el conocimiento. Su nombre era John Black. Y había dicho que alguien había tratado de matarlo, Genever se acercó a los cabos deshilados y confirmó que alguien había cortado la soga con un cuchillo.

      "Así que ese muchacho tenía razón". Pensó Genever. El caballero fue a hablar con el capitán de la embarcación. Walter Smyth era un hombre ciertamente extraño, un hombre que había vivido más en el mar que en tierra y por lo tanto había comenzado a perder la etiqueta propia de un capitán de la marina inglesa. Era un hombre que clamaba teatro y poesía en medio de las tormentas, un hombre que rezaba a dioses viejos del mar. Era un hombre que estaba alejado de cualquier alineamiento en la guerra y la civilidad.

      El camarote de Walter Smyth era solo un poco mejor que los camarotes de los oficiales, tenía una mesa alargada donde tenía su sextante, su compás y su mapa. Tenía algunos libros de teatro apilados en unas repisas clavadas en la pared. Una cama y una cava de vinos muy pauperrima.

      —¡Oh! Sir Genever, ¿Qué le trae a mi camarote? —Preguntó el capitán mientras revisaba la posición del barco en el mapa. Genever entonces levantó las sogas cortadas y se las mostró al capitán.

      —Alguien intentó matar a John Black.

      --¿John Black?, ¿Quién es John Black? —Preguntó el capitán del barco.

Dignidad y DestierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora