2: Tanto blanco me da dolor de cabeza

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SAM

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SAM

    «Actúa normal, maldita sea». Salgo del trance y la sorpresa de verlo ahí entre la multitud.

    —Gracias— digo —, gracias, Marcos, por esa introducción tan halagadora— le sonrío y vuelvo a mi expresión de siempre. Camino en medio de los pasantes, ellos se abren a mi paso —. Y bienvenidos a la revista Hoy, estamos muy felices de recibirlos e instruirlos en nuestro mundo editorial— empiezo mi discurso evitando su mirada —y esperamos que su estancia aquí sea muy provechosa tanto para ustedes como para nosotros. A los que trabajarán en este piso, estoy ansiosa de trabajar con ustedes y sus ideas frescas, y un ultimo consejo, me gusta el café cargado y con dos de azúcar— giño el ojo tras ese ultimo chiste.

    Todos ríen un poco y Marcos pone su mano sobre mi hombro.

   —Bien, te dejaremos para que continúes con tu trabajo— me dice aunque no le presto mucha atención pues estoy concentrada en otra cosa —. ¡Vamos, continuemos!

    Todos se empiezan a retirar detrás de él. Lo miro de reojo. «¡Ay, no!». Estoy segura de que me estaba viendo, yo obviamente traté  de no hacerlo. «¡Uf! ¡Me habrá reconocido? Es decir, han pasado como once años desde la ultima vez que nos vimos».

    Simon y yo nos dirigimos a mi oficina. Pero no puedo dejar de pensarlo.

    —Bien hecho— comenta tras cruzar el umbral —, casi te lo creo, que aprecias el trabajo de esos chicos. Bueno, no que nada más por hacer en el día, puedes seguir trabajando en tus artículos.

    —¿Sabes, qué de malo podría pasa?

    —¿Qué?— pregunta aunque no le presto atención. 

    —No creo ni siquiera que me haya reconocido... Y sí me reconoció ¿qué?

    —Ah, estás hablando sola otra vez.

    —¿Sabes qué?  No le pondré atención— me siento en mi silla —. Esto no es un juego de niños, es un trabajo serio, además no importa— afirmo y luego tomo mi lápiz para empezar a escribir en mis notas adhesivas.

    —Bien, te dejaré para que sigas con tus cosas raras— va a la puesta y se despide, le hago un gento con la mano y cierra la puerta.

    «Nick Thomson, no había pensado en ti en más de una década».


NICK

    —¡Wow! ¡Que bombón!— comenta Charlie caminando a mi lado. No le presto atención.

    «¿Esa era Sam? ¿Sam? ¿Es posible?». Que sea la misma Samantha Smith de mi infancia, no he sabido nada de ella desde la secundaria. Podría se posible que de todas las revistas a las que envié mi currículo trabaje justamente en la que me aceptó. Sé que fue a la universidad aquí en Nueva York.

Lo bueno de NO enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora