19: Hacemos el amor, no la guerra II

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    Recuerdo risas y el juego de atraparnos mutuamente, recuerdo haber visto a Valery completamente ebria bailando mientras abrasaba la botella de tequilla

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    Recuerdo risas y el juego de atraparnos mutuamente, recuerdo haber visto a Valery completamente ebria bailando mientras abrasaba la botella de tequilla. Recuerdo que Nick me apretó la mano y me sostuvo mientras subíamos por la escaleras, recuerdo que por nada del mundo me habría soltado.

    Enllavé mi cuarto, en realidad enllavé todos los cuartos para que nadie fuera hacer lo que Nick y yo hicimos. Cuando lo abrí, la vibra tan pacífica y familiar de mi cuarto nos golpeó en la cara; era como haber entrado a otro mundo totalmente distinto del que se vivían en el piso de abajo,     ahí el sonido apenas llegaba a través de ecos y la luz de la calle entraba por la ventana haciendo sombra con las persianas, era un bonito panorama, no había necesidad de cambiar nada.

    —Te amo— le dije empezándolo a besar con apenas pequeños piquitos.

    —Te amo, Sam— me respondió apretándome la cintura para sentirme más cerca. Su boca sabía a cerveza.

    Me aferré a su cuello besándolo, era físicamente imposible tenerlo más cerca pero yo lo quería intentar. Jadee cuando sentí el apretón en mi trasero, al mismo tiempo sentía su erección a sobrepasar la delgada tela de mi vestido.

    —¿Te gusta?— preguntó pasando la lengua por mis labios.

    —Sí— para ese momento mi voz era un hilo de monosílabos producto de la excitación y la falta de aire.

    Ahí de pie en medio de mi habitación con las luces apagadas, a Nick se le ocurrió una idea. Una sucia y deliciosa idea.

   —Quiero hacer algo nuevo.

   —¿Qué cosa?

    —Algo que vi.

     —Ya deja de ver porno, te va a quemar las neuronas— me apretó el trasero ahora con ambas manos.

    —Vamos, déjame— dejó un rastro de pequeños besos en mi cuello.

    —Okay— la verdad no tenía que rogarme mucho por sexo, yo siempre he estado dispuesta a un revolcón.

    Sin decirme nada me llevó a la cama y me empujó suavemente para dejarme acostada con las piernas colgando, y con la rodilla me abrió. No perdió el tiempo y me amasó los senos, no sé por qué le gustaba hacer eso, son senos pequeños, siempre lo han sido.

    Metió la mano dentro de mi vestido para rosar el elástico de las pantis, no tenía idea de lo que hacía, pero me gustaba que me besara mientras rosaba a propósito mi centro. Bajó las pantis por fin, ni siquiera me quitó los tacones para hacerlo. Bajé las manos a su pantalón pero me detuvo.

    —No— sostuvo mis manos. No entendí.

    —¿Qué?— soltó mis manos para ponerlas a mi costado y se bajó de la cama —Nick— me levanto un poco para ver qué hace, en serio no entendí.

Lo bueno de NO enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora